jueves, 12 de diciembre de 2013

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 19

Editorial

Cuantas son las cosas que hacemos con las manos.
Algunas absolutamente natas y otras que se aprenden, como el escribir.
Las manos nos proveen el pan, pero más importante aún, nos permiten realizarnos plenamente como seres humanos. Y cuando digo pan, lo digo literalmente desde las manos del panadero pero también desde la dignidad del trabajo. La modernidad transforma muchas cosas con tecnología,  gracias a lo cual se van perdiendo mucho de los oficios que acompañaron al hombre a lo largo de su historia. Por suerte hay otras cosas, como el acariciar, que no podrán ser reemplazadas.
Así rescatan los poetas el arte de hacer con las manos.

  
                                                             Gabriela Delgado

LOS OFICIOS


Los clásicos


Salinero

Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar.
¡Dejadme ser, salineros, granito del salinar!

¡Qué bien, a la madrugada,
correr en las vagonetas
llenas de nieve salada,
hacia las blancas casetas!

¡Dejo de ser marinero,
madre, por ser salinero!
 

                         Rafael Alberti (España)



El cosechero

El viejo río que va
cruzando el atardecer
como un gran camalotal
lleva la balsa en su loco vaivén

Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón

La tierra del chaco quebrachera y montaraz
prenderá en mi sangre con un ronco sapucay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.

Algodón que se va, que se va, que se va
plata blanda mojada de luna y de sol
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.

De Corrientes vengo yo
barranquera ya se ve
y en la costa un acordeón
gimiendo va su lento chamamé.

Rumbo a la cosecha cosechero yo me iré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.

                                      Ramón Ayala (Argentina)





El Herrero  (Fragmento)

Con el brazo en la maza gigantesca, terrible
de embriaguez y grandeza, frente ancha, boca enorme
abierta, cual clarín de bronce por la risa,
con su hosca mirada, sujetando a ese gordo,
al pobre Luis, un día, le decía el Herrero
que el Pueblo estaba ahí, girando en rededor,
y arrastrando su ropa sucia por las paredes
doradas. Y el buen rey, de pie sobre su tripa,
palideció, cual reo que llevan a la horca;
mas, como can sumiso, el rey no protestaba,

pues el hampón de fragua, el de los anchos hombros,
contaba viejos hechos y cosas tan extrañas
que fruncía la frente, herida de dolor. …

                                            Arthur Rimbaud (Francia)



Sembrador

El sembrador sembró la aurora;
su brazo abarcaba el mar.
En su mirada las montañas
podían entrar.

La tierra pautada de surcos
oía los granos caer.
De aquel ritmo sencillo y profundo
melódicamente los árboles pusieron su danza a mecer.

Sembrador silencioso:
el sol ha crecido por tus mágicas manos.
El campo ha escogido otro tono
y el cielo ha volado más alto.

Sembraba la tierra.
Su paso era bello: ni corto ni largo.
En sus ojos cabían los montes
y todo el paisaje en sus brazos.

                                Carlos Pellicer  (México)


Zamba de Juan Panadero 

Qué lindo que yo me acuerde
de don Juan Riera cantando
que así le gustaba al hombre
lo nombren de vez en cuando.

Panadero don Juan Riera
con el lucero amasaba
y daba esa flor del trigo
como quien entrega el alma.

Cómo le iban a robar
ni queriendo a don Juan Riera
si a los pobres les dejaba
de noche la puerta abierta.

A veces hacía jugando
un pan de palomas blancas
y harina su corazón
al cielo se le volaba.

Por la amistad en el vino,
sin voz, querendón cantaba,
y a su canción como al pan
la iban salando sus lágrimas.

                                    Manuel J. Castilla (Argentina)



La costurera

Vida y lino lo mismo ata la hebra.
Une noche y aurora el pedal, de tope a tope.
Miseria, son las ocho, grita el reloj a los pobres de la tierra.
Una mujer en el silencio cose, cose, cose,
cumple mil años al volver la rueda.

     Por el telégrafo del carrete
los telegramas del cansancio se detienen.
Mujer obrera, hecha de carne y llanto,
hecha de hambre, luz y manos
y de sudor, rocío del hierro.

     Corre el trabajo, ferrocarril sin panorama;
hay hambre en el vientre y hay hambre en los ojos;
por el sudor el cuerpo llora en el silencio.

     Kilómetros, en bloques y paquetes van las horas,
trenes monótonos y ciegos;
va el pedal al galope;
describe tu existencia la polea de cuero;
la traza el brillo de la vida en la rueda que gira...

     La máquina de coser es un vampiro
y de tu corazón toma su fuerza.

     Monotonía, monotonía, chirría la polea,
oyendo coser el ruido ya es recuerdo.

     Tú tienes el cansancio, tienes la miseria,
el dolor cada día renovado,
el dolor antiguo que es un morado en tu vida.

     Mujer obrera, la que aplancha,
la que remienda, la que cose; tres mujeres
y una sola. Remienda, cose, aplancha y canta,
canta la canción:

     Mañana nueva del planeta;
la insurrección ya incendia el cielo;
hay una nueva estación...

     Cinco son las estaciones de la tierra:
Verano, invierno, otoño, primavera, revolución.

                                           Luis Vidales (Colombia)



Telar del sol

Urdimbre de los siglos,
unas terrosas manos tejen
hilo por hilo
la vida permanente,
las guardas, los colores
de totales crepúsculos
y el milagro rocío
del día adolescente.

Hace quinientos años
el asombro fue mutuo:
¡Dí con el paraíso!,
escribió el Almirante
en su nao de niebla.
No supo, ni en la muerte,
que chocó con Andinia.

El oro encegueció
la búsqueda de Especias
y comenzó la muerte
su lóbrega tarea,
la conquista, el incendio
de las depredaciones,
pero el telar urdía
la vida que no cesa.

De Las Casas clamó
junto al padre Victoria.
Umbrosos capitanes
clavaron la Encomienda.
Desde la España clara
llegó la España negra.
El telar, tinto en sangre,
siguió con su tarea.

                           Armando Tejada Gómez (Argentina)



Pluma abierta


A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós.
Entonces ocurre la ceremonia de la Iniciación: el alfarero viejo ofrece al
alfarero joven su pieza mejor.
Así manda la tradición entre los indios del Noroeste de América: el artista
que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y
admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos y
los recoge, incorporándolos a su propia arcilla.

                                                Eduardo Galeano (Uruguay)



Peluquero

Sólo ante un dios inclina uno la cabeza
y cierra confiado los ojos.
Sólo ante un dios entrega uno sus pensamientos
indefenso y sin miedo.
El poema es el oficio de las manos de un hombre
Un dios sostiene firme el pulso del peluquero.

                      Robinson Quintero Ossa (Colombia)



 Los mineros invisibles

Sólo la muerte los rescata
Saben que en el olvido
crece el socavón más peligroso

“Yo te lo dije Juan
es bueno tener miedo”

Quemados
Asfixiados
Sepultados bajo toneladas de negrura
los mineros de Río Turbio
vuelven a la superficie

“Mirá por donde vas
movete con cuidado”

Con las manos curtidas
y las caras tiznadas
emergen de la tierra
cargando con sus penas
sus terrores

“Yo te lo dije Negro
no confiés en tu suerte
cavar tan cerca del infierno
debe tener su precio”

Ante ese desfile de espectros con linterna
las viudas no lloran
los niños no esperan
Ante su paso firme y sus canciones
El empresario ruin
El político infame
El dirigente cómplice
Como brasitas que arden
se pierden por el aire.

                                  Reynaldo Sietecase (Argentina)



El Jardinero

Lejos quedó el paisaje verde
    de jazmines salpicando el aire.
Ya no canta el arroyo
    ni las ranas se escurren
        por las piedras.

El jardinero olvida
    abonar a la tierra con su canto.

Sedientas las raíces 
    arrastrándose al sol
        buscan cercar el tiempo.

No hay murmullos
    en la tarde que asiste
        a postergar el viaje.
Toda la primavera se diluye
    en surcos que crepitan.

Aquel jardinero que sembraba
    se ha quedado a la sombra
            de mi ombú
    contando margaritas
                            en sus dedos.


                   Silsh (Silvia Spinazzola) (Argentina)



Romance del molinero

En el molino de San Antonio,
leche de luna mueve la piedra,
y el molinero ciego en la harina
toca las carnes de las tinieblas.

El agua canta canto del cielo
su desvelada sangre de estrellas,
y desde el trigo vuelve la nieve
por el caliente de la molienda.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

Viene la noche del molinero
sueños de harina que en su alma nieva,
y una bayita que huele a jume
y a trigo verde por las caderas.

Si el molinero duerme en los grillos
muere en el llanto de las estrellas,
y hacen harina la luz del cielo
para el silencio de la violeta.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán,
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán,
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

                              Jaime Dávalos (Argentina)



El barbero de Saavedra


Ernesto tiene nombre de guapo
como «El pibe», el del violín
o aquel médico del libro y el fusil.
Y tiene de apellido Garabato,
nombre para tener en cuenta,
cuando por oficio
maneja la navaja.
Protector de su cuadra
no le toquen al árbol la vereda
ni a los vecinos,
ni al retrato de El Polaco
al que con la esgrima de la birome
versificó en un tango.

                      Hugo Salerno (Argentina)




 (La otra panadería)

Dejaste que el patrón bajara la persiana
como en día feriado
y fuiste por tu changa a otra panadería.

Ya no amarán tus grandes manos
la harina del pan de los mortales;
desde hoy es distinto:
con tu mandil de bolsa blanca
y tu vino escondido entre las nubes
amasarás el pan para los ángeles.

                          Rubén Derlis (Argentina)