domingo, 13 de abril de 2014

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 23



Editorial

El hombre siempre sostuvo, sobre el viento, su sueño de alas. En un arco iris que va de la brisa a los huracanes, del placer al miedo, de lo interno a lo externo, encontramos un abanico increíble.
Algunos portadores de nombre de mujer, otros bautizados por sus características. Da igual.
Los hay a contraviento o cargados de sentimiento como los vientos de ira, los hay llenos de paisaje como los vientos de otoño o de perfumes como la brisa en primavera. Cada uno de ellos nos trae su música, su ritmo, sus evocaciones y sus olvidos. Los hay fecundos o destructivos.
Todos, incontenibles. Espejo del hombre y su delirio de pequeño dios sobre la tierra.
Aquí les ofrezco un soplo de palabras que nos mecen en los horizontes del viento.


                                                             Gabriela Delgado


EL VIENTO



Los clásicos



Abrir la puerta
me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada

sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y la sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto

si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados

para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme
Edgar Bayley (Argentina)



Viento

Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.

                                          Octavio Paz (México)




El viento, el viento alto

El viento, alto en su elemento
Me hace más solo -no me estoy
Lamentando, él se tiene que lamentar.

Es un sonido abstracto, insondable
venido del elusivo fin del mundo.
Profundo es su significado.

Me habla el todo inexistente en él,
Cómo la virtud no es un escudo, y
Cómo la mejor es estar en silencio.
                            
                                  Fernando Pessoa (Portugal)






El viento de los locos

Sopla el viento por las calles.
El viento de los locos.
El viento de los locos.
Las brujas
hacen que enciendas fuego en la chimenea
al mediodía del pleno verano,
los niños descalzos abandonan en el atajo sus morrales de piel de conejo
y no volverán más a la escuela.
Tú ya no distingues una garza de un halcón.

Esta noche
sopla el viento norte,
el viento de los locos
y tú recuerdas a las bellas de otros días
que ahora se pasean insomnes
por los corredores de tristes pensiones
sin siquiera pensar en hacer el amor:
María, Ana María, Mariana, María Antonia.

Nadie te va a mostrar como florece la higuera.
Ninguna niña te llevará de la mano
para que despiertes junto a las pimpinelas.
Nadie puede ayudarte:
ni el canto de los escarabajos ni la brújula de los girasoles.
El viento te lleva a una isla desierta
donde nunca llegará un arca ni construirás una canoa.

Sopla el viento de los locos
y hace que tu cerebro se llene de agujeros
por donde entra el vino
que te hace soñar en trenes de los cuales eres el único pasajero
que parte hacia lugares
donde cuchillos y tijeras trabajan todo el día en tu corazón.

                                           Jorge Teillier (Chile)




Uno escribe en el viento

Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,
que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.
Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga
ni volumen de nada.

Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro
para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo
será que me encuadernen el animal. Poeta
de un tiro: justiciero.

Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos
de la galaxia ciega desde donde vinimos
con esta luz tan pobre a ver el mundo.
Vinimos, y eso es todo.

Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,
pero entramos llorando al laberinto
como si nos cortaran el origen. Después
el carácter, la guerra.

El ojo no podría ver el sol
si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen
si es verdad esa estrella, o es también escritura
de la farsa.

Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?
Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos
los pescados muertos. Que lean a los otros.
A mí con mis raíces.

Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre
colgado de mis pies y a mi abuelo colgado
de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,
y además venceremos.

Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos
con las tablas al hombro. Y el fusil. Una casa
para América hermosa. Una casa, una casa.
Todos somos obreros.

América es la casa: ¿dónde la nebulosa?
Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo
para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre
lúgubremente solo.

Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,
sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.
Pero el dinero pudre con su peste las aguas.
Cambiar, cambiar el mundo.

O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras
cráter de las ciudades bellamente viciosas.
Cementerio volante: ¿dónde la realidad?
Hubo una vez un niño.

                                            Gonzalo Rojas (Chile)



Tres historias del viento
I

El viento venía rojo
por el collado encendido
y se ha puesto verde, verde
por el río.
Luego se pondrá violeta,
amarillo y...
Será sobre los sembrados
un arco iris tendido.


II

Viento estancado.
Arriba el sol.
Abajo
las algas temblorosas
de los álamos.
Y mi corazón
temblando.

Viento estancado
a las cinco de la tarde.
Sin pájaros.


III

La brisa
es ondulada
como los cabellos
de algunas muchachas.
Como los marecitos
de algunas viejas tablas.
La brisa
brota como el agua
y se derrama,
como un bálsamo blanco,
por las cañadas,
y se desmaya
al chocar con lo duro
de la montaña.

                                      Federico García Lorca (España)



Vientos del pueblo me llevan

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

                              Miguel Hernández (España)




Pluma abierta


Me acostumbro a ser viento

Me acostumbro a ser viento
Desde las manos salgo.
Mis palabras son uñas
sobre la tierra, dedos
torpes y fatigados.

Desde ellas
siento lo que sucede
y me sostengo para mirar,
cavar secretamente el horizonte,
empezar a creer en lo que digo.

Desde las manos hablo
y alimento la piel,
aprendo en su corteza,
tomo el aire y me digo:
con las palabras voy a la existencia,
describo mi esperanza, grito
o reniego del nombre que me imponen
y lentamente
desde este umbral cercano y movedizo
me acostumbro a ser viento,
ligera decisión de la memoria.

                                                  Alberto Luis Ponzo (Argentina)



(que sopla doble)

viento que sopla doble
aúlla arriba y
golpea el pecho
para que escuche
baja el mentón
auuu ya
y sube
y el aullido más arriba
auuu ya
y la sonrisa espera
en el fondo
detrás de los ojos
la roja amarilis.

                            Rubén  E. Gómez (Argentina)



Viento de octubre

María Teresa, ahora
vira el viento, viene el viento, zumba
en mi frente, trae
sólo sonora soledad rumba
sonora, mísera
materia del olvido, y bisbisea, abre la urna
del corazón, irrumpe
lento, ciego, como si fuese un silbo
solo o como una
sola
luz
gastada. Crece. Luz
recobrada fluye, choca, tumba
el presente, hace
pura
la vida, pasa
como una horrible tolvanera oscura
sobre antiguos legajos, viejas
historias tristes, trastos
que fueron, puyas
dolorosas,
desvaídas vaguadas, cerros, dunas
que remueve, y encuentra
allá en el fondo de mi vida ida
una pequeña paz:
la de tu nombre.

Jesús Hilario Tundidor (España)



Viento Zonda

Gravita invisible, deshilachando cerros
meciéndose entre soles de fuego
Jugando inconsciente entre los rayos
a prendido una chispa entre sus vuelos.
Ardiente huye en busca de las aguas,
que se abrazan  mimosas a las rocas
soñando evaporarse hacia los cielos.
Frenético  de ardor incontenible,
sigiloso y audaz sórdido irrumpe.
Desparpajado en ráfagas rabiosas.
Sacudiendo la tosca alfombra árida
Zarandeando desiertos, él, cabalga
acorralando al criollo hasta su casa.
Dilapida el esfuerzo de los vinos,
azotando su infancia de racimos,
dejando esperanzas postergadas.
Empolvado en bucles se endereza.
Rabioso cual malones en la riña,
atropellando puertas y a los golpes, pasa.
Y en su asfixia, despedaza y quebranta
el breve verde salpicado en las veredas,
excepciones,  que a ruegos se levantan.
Desgastando el semblante de las rosas
que patrones cobardes no entregaran.
Robándose el descanso de la siesta
Desmantelando fiestas de guitarras
Destapando los vinos en reserva  
excusa de refrescar  la voz quebrada.
Y aun sigue fogoso, pues esto es herencia 
de los gauchos melosos de mi patria.
En el pórtico del  río, su furor amaina.
Relajándose apenas, a sorbitos se calla.
Le vuelve, la conciencia, y mira los despojos
que en sus correrías, él desbaratara.
El viñedo en sollozo, villas destartaladas
Los árboles mostrando las hojas que han llorado
 y yacen en el suelo recostadas
Quedaron los paisajes, en polvo patinados
y en suplica y clemencia la tierra reclinada
Ahogado en la vergüenza se va sin hacer ruido
abriéndole la puerta al fresco de su amigo
que siempre le camina a las espaldas(*)
Vuelto al nido y  solo entre montañas,
promete no olvidar aquel  camino.
Por si bebiendo al sol, el muy ladino,
en lugar de broncear prenda una llama.
Sonrojado imagina  el rezongo del pueblo
que sabe que le lleva en las entrañas
cual marca descriptiva de su estampa.

(*) Fresco de su amigo: el sur viento frío que llega después del zonda.

                                               Claudia A. E. Espinola (Argentina)



Flotando en el viento

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
Antes de que le consideréis un hombre?
Sí, ¿cuántos mares debe surcar una paloma blanca
Antes de que ella duerma sobre la arena?
Sí, ¿cuántas veces deben las balas del cañón volar
Antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
¿Cuántas veces debe un hombre alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
Si, ¿cuántas orejas debe tener un hombre
Antes de que pueda oír gritar a la gente?
Sí, ¿cuántas muertes serán necesarias hasta que él comprenda
Que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
¿Cuántos años puede una montaña existir
Antes de que sea arrastrada al mar?
Si, ¿y cuántos años pueden algunas personas existir
Antes de que se les permita ser libres?
Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver su cabeza,
Fingiendo simplemente que no ve?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.

Bob Dylan (Estados Unidos)



El viento!!!

El viento trae en las manos
un manojo de neblinas.
lleva su canción del aire
a la vuelta de la esquina.

El viento trae del sur
un puñadito de escarcha
para perfumar de frío
y de nieve las mañanas.

Vestido de remolinos
va dando mil volteretas
mientras les hace cosquillitas
al gallo de la veleta.

El viento viene travieso
a despeinar a las flores
y remonta por las tardes
barriletes de colores.

Liliana Cinetto (Argentina)



Viajero

Señor de todos los horizontes
de lejos, con gesto adusto indicó:
-No avances, no se pude pasar-.
Él, impávido, llegó hasta la mismísima muralla.

-Eres sordo, ciego acaso o tonto,
no ves que no se pude seguir-,
rugió la mole estruendosamente.

-Solo deseo seguir mi camino-.
respondió el viajero.
-No - dijo la voz de la muralla-
tienes permitido hasta aquí,
el infinito es solo mío,
mejor vuélvete antes de que me de la furia -advirtió.

Entonces el viajero se hizo viento
y junto a él pasaron los sueños,
los pájaros,
las palabras, pasaron.

                                  Vildo Pioppi (Argentina)