sábado, 15 de marzo de 2014

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 22



Editorial


Este lugar que habitamos, el que nos contiene y nos refugia es un mundo en si mismo. Somos piel adentro y desde allí nos vamos construyendo para verternos hacia los demás. El cuerpo tiene su impronta y habla sin más idioma que la postura, los gestos, las expresiones, las arrugas.
Un cuerpo siempre es belleza pura, esa que va más allá de los ojos y más allá del espejo.
Un cuerpo es sabio. Conoce de esperas, de esfuerzos, de insomnios, de amores, de vida, de tiempos.
El cuerpo es un aguerrido guerrero que soporta el cansancio, las decepciones, los años.
Tiene, por momentos, la levedad del vuelo y otros la pesadumbre de la tristeza.
Incluso hay quienes lo sienten límite, cárcel.
Veamos que nos cuentan algunos poetas de este maravilloso milagro que nos alberga.

                                                             Gabriela Delgado


EL CUERPO

Los clásicos


Oda a la bella desnuda 

Con casto corazón, con ojos 
puros, 
te celebro, belleza, 
reteniendo la sangre 
para que surja y siga 
la línea, tu contorno, 
para 
que te acuestes en mi oda 
como en tierra de bosques 
o en espuma: 
en aroma terrestre 
o en música marina. 

Bella desnuda, 
igual 
tus pies arqueados 
por un antiguo golpe 
del viento o del sonido 
que tus orejas, 
caracolas, mínimas 
del esplendido mar americano. 
Iguales son tus pechos 
de paralela plenitud, colmados 
por la luz de la vida, 
iguales son 
volando 
tus párpados de trigo 
que descubren 
o cierran 
dos países profundos en tus ojos. 

La línea que tu espalda 
ha dividido 
en pálidas regiones 
se pierde y surge 
en dos tersas mitades 
de manzana 
y sigue separando 
tu hermosura 
en dos columnas 
de oro quemado, de alabastro fino, 
a perderse en tus pies como en dos uvas, 
desde donde otra vez arde y se eleva 
el árbol doble de ni simetría, 
fuego florido, candelabro abierto, 
turgente fruta erguida 
sobre el pacto del mar y de la tierra. 

Tu cuerpo, en qué materia, 
ágata, cuarzo, trigo, 
se plasmó, fue subiendo 
como el pan se levanta 
de la temperatura, 
y señaló colinas 
plateadas, 
valles de un solo pétalo, dulzuras 
de profundo terciopelo, 
hasta quedar cuajada 
la fina y firme forma femenina? 

No solo es luz que cae 
sobre el mundo 
la que alarga en tu cuerpo 
su nieve sofocada, 
sino que se desprende 
de ti la claridad como si fueras 
encendida por dentro. 

Debajo de tu piel vive la luna.
                                                                              Pablo Neruda (Chile)  
   

Dos cuerpos

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago. 
                               Octavio Paz (México)




Tu cuerpo

Sólo yo sigo el movimiento
sensual de tu boca.
Tan sólo para mí
eres la más hermosa de todas.
Solamente yo en toda esta ciudad,
perdido entre la gente, busco tu rostro.
Todas las calles me llevan
sin darme cuenta hacia tus ojos,
todos mis deseos como un río
desembocan en tu cuerpo,
en tu cálido y mediterráneo cuerpo.
Tu cuerpo, que no es distinto a otros cuerpos
y sin embargo... es tan distinto,
tal vez... porque únicamente yo conozco
los secretos que guarda tu cuerpo...
Fértil como la buena tierra,
generoso, como un buen vino,
fresco como el aíre de la sierra
abundante, como el verde en primavera,
tu cuerpo..., claro como la luz del día,
misterioso como la noche oscura,
oloroso como un manzano,
inquietante como el mar revuelto.
¡Cuantas veces he navegado por ese mar,
sin haber naufragado nunca!
Y no lo digo  por jactancia.

Conozco tu cuerpo como la palma de mi mano,
como el jardinero los nombres de las plantas,
como el alfarero la arcilla que moldea,
como su antiguo oficio el artesano
y los siete mares el viejo marinero.
Lo conozco por dentro y por fuera,
de norte a sur, me lo sé de memoria,
sendero por sendero, colina por colina,
bosque por bosque, monte por monte,
como una lección de geografía;
lo conozco como el poema que más me gusta,
me lo se de memoria.
Tu cuerpo, milagroso como las manos de un cirujano.
 
                                        Gian Franco Pagliaro (Italia)




Soy mi cuerpo


Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.

Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.

Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.

Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.

Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.


                                            Jaime Sabines (México)




 No basta un solo cuerpo


Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque abarquen sus venas el tamaño del mundo;
siempre un deseo se queda fuera,
otro solloza pero falta.

Lo sabe el mar en su lamento solitario
y la tierra que busca los restos de su estatua;
no basta un solo cuerpo para albergar sus noches,
quedan estrellas fuera de la sangre.

Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque el alma se aparte y ceda espacio
y el tiempo nos entregue la hora que retiene.
Dos manos no nos bastan para alcanzar la sombra;
dos ojos ven apenas pocas nubes
pero no saben dónde van, de dónde vienen,
qué país musical las une y las dispersa.
Ningún amor, ni el más huidizo, el más fugaz,
nace en un cuerpo que está solo;
ninguno cabe en el tamaño de su muerte.

Eugenio Montejo (Venezuela)




Recuerda, cuerpo
Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
                                       
                                             Constantino Cavafis (Grecia)

Cuerpo de mujer
…Tántalo en fugitiva fuente de oro
                       Quevedo
Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
                                            
                                                Blas de Otero (España) 



Pluma abierta


Un cuerpo está esperando

Detrás de la cortina un cuerpo espera.
Nada es verdad si no su encarnizada
inminencia, esa insaciable culpa
que a mí mismo me absuelvo
aborreciéndome. Nada es verdad:
un cuerpo está esperando
tras el sordo estertor de la cortina.

En la oquedad propicia del instante
que mientras más deseo más maldigo,
quiero amar ese cuerpo, que él perviva
hasta que su orfandad se haya cumplido.

Paredes jadeantes, sucio el suelo
de mercenaria obstinación, allí
nos conducimos mutuamente
al voraz simulacro de la vida.
(La amarra del amor nos hace libres.)
Sólo yo estoy suspenso del engaño:
reptante fiebre muda,
mi memoria confunde sus fronteras
entre las turbias órdenes del tiempo.
De todo cuanto amé, nada logró
sobrevivir al cuerpo en que persisto.
(La noche se agazapa entre las telas
que un falaz movimiento hace carnales.)

Una mentira sólo está esperando
detrás de la cortina. Soy
otra vez mi cómplice: consisto en mi deseo,
toco a ciegas la luz, me reconozco
después de extraviarme, despedazo
ese fúnebre espejo al que el placer
se asoma, expío
con mi turno de amor mi propia vida.

De un vértigo ritual pendiente el cuerpo,
ya no es posible conjurar su lastre.


José M. Caballero Bonald (España)




A Héctor Negri

El cuerpo se ama o se sufre.
Incluso cuando se habla con Dios
incluso cuando se convive con esa insegura
y al mismo tiempo devota, triste, melancólica
y hasta dolorosa conversación interna.

 Se está infinitamente desolado
por debajo del niño y de la última esperanza.
                                       Lidia Vinciguerra (Argentina)




El cuerpo

Este segmento breve en el que anido,
guarida de cuna a cielo abierto,
conjuga su verbo y se despide en procesión de cicatrices.
No pregunta por mi
ni si deseo este éxodo de ser que se avecina.
Simplemente se yergue presuntuoso en la penumbra
como un brote de cinismo en la utopía de estar vivo.
Es difícil ser el otro en el espejo
el que nos ve partir,
el que se queda con un grito en la sangre
y una plegaria a puro desabrigo.

Pero la muerte es así. Monocorde y ambigua.
Exuberante.
Salta de hueso en hueso, se acobarda en la risa
y uno aprende de a poco a abrazar su fausto impreciso
la transparencia de su invierno
nuestro sino. 
Uno aprende
y el cuerpo ciñe su cintura a este solsticio que tendrá por residencia.
Esta cifra incierta que me abarca cierne la memoria,
pliega sus alas.
Se perdona. Y celebra
mientras bebe su ración de esperanza.
                                                      Carina Paz (Argentina)


Juan
 
Hemos resuelto llamarlo Juan
para que la gente no se turbe
ni se asuste cuando hablamos de él
 
no es más que una prótesis
simulando ser el ojo derecho
fingiendo la presencia de la luz
 
todas las noches
antes de dormir
lo quito
para que los dos descansemos
 
a la mañana
tras el rito del desayuno
y la constancia de las gotas
pulso la ceja con el índice izquierdo
lo estiro hacia arriba
en un movimiento casi mecánico
y acomodo a Juan sin pensarlo
luego con el mismo dedo
desciendo el párpado inferior
y él
queda calzado definitivamente
en su actitud
de enfrentar al mundo
 
los otros
saben
Seguros
tranquilos
al hombre completo
 
y aquellos que me entienden
son mis cómplices.


                                           Miguel Oyarzábal (Argentina)



desprendida del todo
láminas finísimas de mi cuerpo
se abrieron
como un abanico todas sujetas
desde la cúspide

giraban y giraban
formando una cúpula de media esfera

las partes desprendidas
la levedad
plateada melena coronaba su origen
un corazón en ofrenda
las manos abiertas
eran patenas
los dedos         libros 
moraba adentro y afuera
era santuario
orante y peregrina

era volver
presencia más allá de mí
despojada de todo desvarío
era mi cuerpo de variados colores
eran ventanas mis ojos
en todo el perímetro

un Sagrario
altar de jacintos
y era la Madre la llave
para habitarlo
 
                                        Moni Indiveri de Vega (Argentina)




Disección
 
La primera incisión, sobre la frente,
paralela a la línea del Ecuador,
con cuidado de no lastimar el soñar del sueño.
La segunda, llevar el bisturí como pincel de ángel,
conducirlo de una a otra apófisis mastoidea
pasando por el portal de la boca –con precaución-
de no rozarle siquiera una vocal a la palabra.
La siguiente, sobre el arpa del torso
entre la quinta y la sexta intercostal,
por delante del timbal que cesó
guardando de no perturbar sus mareas de pasión.
La incisión contigua
trazarla con pudor de nave de seda
uniendo ambas espinas ilíacas antero-superiores,
evitando atormentar los recuerdos
en las terrazas de las carnes rojas del ardor.
A la altura del triángulo de Scarpa
detenerse y beber el vino
para celebrar la vida que hubo.
(Una sola copa, hay que continuar)
Ahora bien, dobre los muslos, nada:
no despertar las caricias que aún.
Más al sur
descender el acero por las laderas de las tibias
arribando a cada pie. No más.
Hasta el inicio de la sombra.
Y no tentarse con ella,
No malograrle la esperanza.
 
                              Marcos Silber (Argentina)



Extrañeza

Los cuerpos
han dejado de ser
árboles con neuronas
que deambulan al sol.
Hoy, justamente hoy
algo ha cambiado
y es distinta la dimensión
desde la que se observan
las señales.

Hoy cada uno
se parece a su origen
y al mismo tiempo
es extranjero
con ojos y con manos
que ya no caben
en el sitio dispuesto.

Hoy cada uno
se ha mudado a si mismo
aunque también un hilo de extrañeza
demora la llegada.

                              Lucía Carmona (Argentina)