REUNIÓN DE VOCES®
Revista literaria virtual Nº 31
Editorial
Luego de unas
forzadas vacaciones sin PC, “Reunión de Voces” regresa para estrenar este 2015.
Llenemos la casa
de sol, de flores, de música, de palabras.
Decoremos los
espejos con los mejores recuerdos de la infancia.
Recuperemos los
ojos de niño y su asombro. Dejemos fluir el pensar y el sentir del chiquillo
que nos habita. Que el mundo nos sorprenda traveseando para rescatar el “creador”
que hay en nosotros. Cuidemos la estrella, el sueño de los pájaros y la puerta
al futuro.
Decía Ana María
Matute: “La infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo,
autónomo, poético…”
Demos un paseo
por la mirada de los poetas sobre la infancia…
Abramos la puerta
para ir a jugar.
Gabriela Delgado
LA INFANCIA
Los clásicos
Infancia
Esos recuerdos con olor de helecho
Son el idilio de la edad primera.
G.G.G.
Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.
En alas de la brisa
del luminoso Agosto, blanca, inquieta
a la región de las errantes nubes
hacer que se levante la cometa
en húmeda mañana;
con el vestido nuevo hecho jirones,
en las ramas gomosas del cerezo
el nido sorprender de copetones;
escuchar de la abuela
las sencillas historias peregrinas;
perseguir las errantes golondrinas,
abandonar la escuela
y organizar horrísona batalla
en donde hacen las piedras de metralla
y el ajado pañuelo de bandera;
componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.
Los Reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.
¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!...
Infancia, valle ameno,
de calma y de frescura bendecida
donde es süave el rayo
del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
cómo tus breves dichas transitorias,
cómo es de dulce en horas de amargura
dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!
José Asunción Silva (Colombia)
Son el idilio de la edad primera.
G.G.G.
Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!
¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.
En alas de la brisa
del luminoso Agosto, blanca, inquieta
a la región de las errantes nubes
hacer que se levante la cometa
en húmeda mañana;
con el vestido nuevo hecho jirones,
en las ramas gomosas del cerezo
el nido sorprender de copetones;
escuchar de la abuela
las sencillas historias peregrinas;
perseguir las errantes golondrinas,
abandonar la escuela
y organizar horrísona batalla
en donde hacen las piedras de metralla
y el ajado pañuelo de bandera;
componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.
Los Reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.
¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!...
Infancia, valle ameno,
de calma y de frescura bendecida
donde es süave el rayo
del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
cómo tus breves dichas transitorias,
cómo es de dulce en horas de amargura
dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!
José Asunción Silva (Colombia)
Plegaria para un niño dormido
Plegaria para un niño dormido
quizás tenga flores en su ombligo
y además en sus dedos que se vuelven pan
barcos de papel sin altamar.
Plegaria para el sueño del niño
donde el mundo es un chocolatín.
Adonde vas
mil niños dormidos que no están
entre bicicletas de cristal.
Se ríe el niño dormido
quizás se sienta gorrión esta vez
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrará.
Que nadie, nadie, despierte al niño
déjenlo que siga soñando felicidad
destruyendo trapos de lustrar
alejándose de la maldad.
Se ríe el niño dormido
quizás se sienta gorrión esta vez
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrará.
Plegaria para un niño dormido
quizás tenga flores en su ombligo
y además en sus dedos que se vuelven pan
barcos de papel sin altamar.
quizás tenga flores en su ombligo
y además en sus dedos que se vuelven pan
barcos de papel sin altamar.
Plegaria para el sueño del niño
donde el mundo es un chocolatín.
Adonde vas
mil niños dormidos que no están
entre bicicletas de cristal.
Se ríe el niño dormido
quizás se sienta gorrión esta vez
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrará.
Que nadie, nadie, despierte al niño
déjenlo que siga soñando felicidad
destruyendo trapos de lustrar
alejándose de la maldad.
Se ríe el niño dormido
quizás se sienta gorrión esta vez
jugueteando inquieto en los jardines de un lugar
que jamás despierto encontrará.
Plegaria para un niño dormido
quizás tenga flores en su ombligo
y además en sus dedos que se vuelven pan
barcos de papel sin altamar.
Luis
Alberto Spinetta (Argentina)
Nana del caballo grande
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua
con su larga cola
por su verde sala?
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua
con su larga cola
por su verde sala?
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Federico
García Lorca (España)
Solo
Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.
Edgar Allan Poe (Estados Unidos)
Niña
Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.
¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!
Octavio
Paz (México)
Hijo del alma
Tú flotas sobre todo,
hijo del alma!
De la revuelta noche
las oleadas,
en mi seno desnudo
déjante el alba;
y del día la espuma
turbia y amarga,
de la noche revueltas
te echan las aguas.
Guardancillo magnánimo,
la no cerrada
puerta de mi hondo espíritu
amante guardas;
y si en la sombra ocultas
búscanme avaras,
de mi calma celosas,
mis penas varias,
en el umbral oscuro
fiero te alzas,
y les cierran el paso
tus alas blancas!
Ondas de luz y flores
trae la mañana,
y tú en las luminosas
ondas cabalgas.
No es, no, la luz del día
la que me llama,
sino tus manecitas
en mi almohada.
Me hablan de que estás lejos:
¡Locuras me hablan!
Ellos tienen tu sombra;
¡Yo tengo tu alma!
Esas son cosas nuevas,
mías y extrañas.
Yo sé que tus dos ojos
allá en lejanas
tierras relampaguean,
Y en las doradas
olas de aire que baten
mi frente pálida,
pudiera con mi mano,
cual si haz segara
de estrellas, segar haces
de tus miradas!
¡Tú flotas sobre todo,
hijo del alma!
hijo del alma!
De la revuelta noche
las oleadas,
en mi seno desnudo
déjante el alba;
y del día la espuma
turbia y amarga,
de la noche revueltas
te echan las aguas.
Guardancillo magnánimo,
la no cerrada
puerta de mi hondo espíritu
amante guardas;
y si en la sombra ocultas
búscanme avaras,
de mi calma celosas,
mis penas varias,
en el umbral oscuro
fiero te alzas,
y les cierran el paso
tus alas blancas!
Ondas de luz y flores
trae la mañana,
y tú en las luminosas
ondas cabalgas.
No es, no, la luz del día
la que me llama,
sino tus manecitas
en mi almohada.
Me hablan de que estás lejos:
¡Locuras me hablan!
Ellos tienen tu sombra;
¡Yo tengo tu alma!
Esas son cosas nuevas,
mías y extrañas.
Yo sé que tus dos ojos
allá en lejanas
tierras relampaguean,
Y en las doradas
olas de aire que baten
mi frente pálida,
pudiera con mi mano,
cual si haz segara
de estrellas, segar haces
de tus miradas!
¡Tú flotas sobre todo,
hijo del alma!
José Martí (Cuba)
Apegado a mí
Velloncito de mi carne
que en mis entrañas tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!
que en mis entrañas tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir.
No te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!
escuchándole latir.
No te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!
Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido,
ahora tiemblo hasta dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!
ahora tiemblo hasta dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!
Gabriela Mistral (Chile)
Canción de otoño en primavera
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…
y lo arrulló como a un bebé…
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín…
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín…
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!
Rubén Darío (Nicaragua)
Pluma abierta
Infancia
Detrás
de esa mirada cansada
aun puedo
vislumbrar
la luz de la
infancia…
Ese reflejo fiel
aun no extinguido
a pesar del latigazo del tiempo,
a pesar de las
diarias
batallas
emprendidas…
En el fondo veo
acurrucada
a esa niña-angel
que fuiste…
Detrás de los
espejos
aun me sonríe
tristemente,
solo es una leve
silueta
que se escapa
lentamente
su huida me duele
en los huesos
en la carne
y en el alma,
porque no quiero
perderla,
es mi hilo de
Ariadna
pegado a mi
matriz,
es el
punto-equilibrio
que une mi
círculo perfecto,
es mi infinito
que se refleja
en las brillante
miradas de mis hijas,
repitiéndose como
ecos
desde siempre,
desde la primera Eva….
Ehurodice Rivera (Chile)
Esos locos bajitos
A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocacion.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada cancion.
sin saber el oficio y sin vocacion.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada cancion.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
deja ya de joder con la pelota.
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.
Joan Manuel Serrat (España)
Regresos
uno
vuelve
por
el espejo de la sala
sin ya mirarse
no
sea que la infancia
vuelva
con pulmotores de la polio
alcanfor
escapularios
quién
no sabe
nos
prometían algodones de azúcar
si
dejábamos que Salk nos vacunase
poníamos
nombres a las flores
poníamos
apodos
a
la vecina ronca
poníamos
la oreja
cuando
hablaban los mayores
éramos
los hijos
ellos
los
grandes que volvían del cine
con
impermeables y sombreros y lilas parisinas
besos
en la boca 19
bostezos
en cinemascope
los
hijos éramos
no
veíamos la hora
de ser padres
Jorge
Paolantonio (Argentina)
Niño sonriendo en una fotografía
Cada tanto volvemos sobre el viejo
álbum,
confirmamos nuestros recuerdos,
asentimos con las imágenes
la continuidad entre este tiempo y el
otro.
La fotografía coagula en su enigmático
magma de colores
un instante del que ahora,
extrañamente, somos espectadores.
Aun así nos llama la atención la unidad
del conjunto,
porque de esa playa, de esa arena, de
ese niño corriendo,
nada recordamos, entonces viene y nos
atormenta la pregunta,
porque verdaderamente, hoy, no
sabríamos reproducir esa sonrisa, ese gesto,
como si nos faltara el músculo
correspondiente a la felicidad
o los argumentos para rebatir el error.
Horacio Castillo (h)
(Argentina)
XIII
Para Arnaldo
Calveyra
Escuchando
tu lectura de Maizal del gregoriano
1° de
septiembre de 2006
Esta voz del maizal
y los ríos de la infancia,
no es aquella voz del espinillo,
del arroyo, en cuclillas,
en diálogo con el hombre
de la sal y la yerba,
mirando al río-mar
que nos llamaba.
Viene en ramalazos
de antes de todo,
cuando aún no sabíamos,
cuando las certezas eran los sueños,
esa voz de tres al unísono
en nuestra hermandad
por la poesía, por esos avatares
de la vida y la muerte.
Y sin embargo es la misma voz
que aún escucho
y ahora nos envuelve
en monacal silencio,
en un intersticio
del tiempo que nos queda.
Elba Ethel Alcaraz (Argentina)
Kadish por un zapato roto
|
Entre los testimonios del Museo del Holocausto,
en Jerusalén,
puede verse un pequeño zapato -recogido en un
campo de
concentración- que debió pertenecer a un niño de
6 ó 7 años.
Desde este lado te contemplo.
En tu inocencia, pequeñito náufrago,
el horror y la muerte me hacen señas.
¿Quién te calzó? ¿Dónde tu hermano roto?
Todavía en las grietas de tu cuero
las costras del escarnio, las partículas
del humo y el hollín del crematorio.
Fuiste un niño, dabas leves pasos
por la vida quizás hayas pisado
la blandura del césped en los parques,
la rayuela que lleva al Paraíso.
Hasta que un día sostuviste
el temblor de unas piernas esmirriadas,
las de aquel niño frente al ojo oscuro
de un arma y el aullido del soldado.
Luego el vagón, el hambre, los hedores,
las ropas con el número y la estrella,
la servidumbre menos oprobiosa
que la desamparada soledad
con los piojos por únicos parientes.
Ahora estás allí, breve memoria
de una atroz pesadilla. Te contemplo
lejos del tiempo y de las lágrimas,
en tu inocencia, náufrago.
Y quisiera ponerte de rodillas
y pedirte perdón por estar vivo,
porque en unos instantes saldré al mundo
del sol y de los árboles, y acaso
encuentre a un niño en mi camino,
un niño rubio y sonriente,
con los zapatos nuevos.
|
Antonio Requeni (Argentina)
Aquella infancia
cuando
hacía rodar
entre
las manos
algunos
libros
y
pequeñas muñecas.
Aquella
infancia
cuando
aprendí
a
amar el sol y a
los
jazmines
mientras
la
sombra de mi madre
besaba
las paredes.
Beatriz Arias (Argentina)
Brevedad
Mi ciudad habitual,
su circunstancia,
albergó un tiempo,
un limitado espacio
de suave musgo,
de líquenes trepando paredes devastadas.
Un oculto paisaje de humedades remotas.
Amaneciendo sueños,
llanuras desprovistas,
fui creciendo las horas
de luna y de letargo.
¿Qué fue de aquella infancia de bosques?
¿Qué se hizo aquella risa de maíz
abierta en la mañana?
Apenas queda un gesto.
La vaguedad de sombras
presentidas y ausentes.
Apenas, la memoria.
albergó un tiempo,
un limitado espacio
de suave musgo,
de líquenes trepando paredes devastadas.
Un oculto paisaje de humedades remotas.
Amaneciendo sueños,
llanuras desprovistas,
fui creciendo las horas
de luna y de letargo.
¿Qué fue de aquella infancia de bosques?
¿Qué se hizo aquella risa de maíz
abierta en la mañana?
Apenas queda un gesto.
La vaguedad de sombras
presentidas y ausentes.
Apenas, la memoria.