REUNIÓN DE VOCES®
Revista literaria virtual Nº 22
Editorial
Este
lugar que habitamos, el que nos contiene y nos refugia es un mundo en si mismo.
Somos piel adentro y desde allí nos vamos construyendo para verternos hacia los
demás. El cuerpo tiene su impronta y habla sin más idioma que la postura, los
gestos, las expresiones, las arrugas.
Un
cuerpo siempre es belleza pura, esa que va más allá de los ojos y más allá del
espejo.
Un
cuerpo es sabio. Conoce de esperas, de esfuerzos, de insomnios, de amores, de
vida, de tiempos.
El
cuerpo es un aguerrido guerrero que soporta el cansancio, las decepciones, los
años.
Tiene,
por momentos, la levedad del vuelo y otros la pesadumbre de la tristeza.
Incluso
hay quienes lo sienten límite, cárcel.
Veamos
que nos cuentan algunos poetas de este maravilloso milagro que nos alberga.
Gabriela Delgado
EL
CUERPO
Los
clásicos
Oda a la bella
desnuda
Con casto corazón, con ojos
puros,
te celebro, belleza,
reteniendo la sangre
para que surja y siga
la línea, tu contorno,
para
que te acuestes en mi oda
como en tierra de bosques
o en espuma:
en aroma terrestre
o en música marina.
Bella desnuda,
igual
tus pies arqueados
por un antiguo golpe
del viento o del sonido
que tus orejas,
caracolas, mínimas
del esplendido mar americano.
Iguales son tus pechos
de paralela plenitud, colmados
por la luz de la vida,
iguales son
volando
tus párpados de trigo
que descubren
o cierran
dos países profundos en tus ojos.
La línea que tu espalda
ha dividido
en pálidas regiones
se pierde y surge
en dos tersas mitades
de manzana
y sigue separando
tu hermosura
en dos columnas
de oro quemado, de alabastro fino,
a perderse en tus pies como en dos uvas,
desde donde otra vez arde y se eleva
el árbol doble de ni simetría,
fuego florido, candelabro abierto,
turgente fruta erguida
sobre el pacto del mar y de la tierra.
Tu cuerpo, en qué materia,
ágata, cuarzo, trigo,
se plasmó, fue subiendo
como el pan se levanta
de la temperatura,
y señaló colinas
plateadas,
valles de un solo pétalo, dulzuras
de profundo terciopelo,
hasta quedar cuajada
la fina y firme forma femenina?
No solo es luz que cae
sobre el mundo
la que alarga en tu cuerpo
su nieve sofocada,
sino que se desprende
de ti la claridad como si fueras
encendida por dentro.
Debajo de tu piel vive la luna.
Con casto corazón, con ojos
puros,
te celebro, belleza,
reteniendo la sangre
para que surja y siga
la línea, tu contorno,
para
que te acuestes en mi oda
como en tierra de bosques
o en espuma:
en aroma terrestre
o en música marina.
Bella desnuda,
igual
tus pies arqueados
por un antiguo golpe
del viento o del sonido
que tus orejas,
caracolas, mínimas
del esplendido mar americano.
Iguales son tus pechos
de paralela plenitud, colmados
por la luz de la vida,
iguales son
volando
tus párpados de trigo
que descubren
o cierran
dos países profundos en tus ojos.
La línea que tu espalda
ha dividido
en pálidas regiones
se pierde y surge
en dos tersas mitades
de manzana
y sigue separando
tu hermosura
en dos columnas
de oro quemado, de alabastro fino,
a perderse en tus pies como en dos uvas,
desde donde otra vez arde y se eleva
el árbol doble de ni simetría,
fuego florido, candelabro abierto,
turgente fruta erguida
sobre el pacto del mar y de la tierra.
Tu cuerpo, en qué materia,
ágata, cuarzo, trigo,
se plasmó, fue subiendo
como el pan se levanta
de la temperatura,
y señaló colinas
plateadas,
valles de un solo pétalo, dulzuras
de profundo terciopelo,
hasta quedar cuajada
la fina y firme forma femenina?
No solo es luz que cae
sobre el mundo
la que alarga en tu cuerpo
su nieve sofocada,
sino que se desprende
de ti la claridad como si fueras
encendida por dentro.
Debajo de tu piel vive la luna.
Pablo Neruda (Chile)
Dos cuerpos
Dos
cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
Octavio Paz
(México)
Tu cuerpo
Sólo
yo sigo el movimiento
sensual
de tu boca.
Tan
sólo para mí
eres
la más hermosa de todas.
Solamente
yo en toda esta ciudad,
perdido
entre la gente, busco tu rostro.
Todas
las calles me llevan
sin
darme cuenta hacia tus ojos,
todos
mis deseos como un río
desembocan
en tu cuerpo,
en tu
cálido y mediterráneo cuerpo.
Tu
cuerpo, que no es distinto a otros cuerpos
y sin
embargo... es tan distinto,
tal
vez... porque únicamente yo conozco
los
secretos que guarda tu cuerpo...
Fértil
como la buena tierra,
generoso,
como un buen vino,
fresco
como el aíre de la sierra
abundante,
como el verde en primavera,
tu
cuerpo..., claro como la luz del día,
misterioso
como la noche oscura,
oloroso
como un manzano,
inquietante
como el mar revuelto.
¡Cuantas
veces he navegado por ese mar,
sin
haber naufragado nunca!
Y no
lo digo por jactancia.
Conozco
tu cuerpo como la palma de mi mano,
como
el jardinero los nombres de las plantas,
como
el alfarero la arcilla que moldea,
como
su antiguo oficio el artesano
y los
siete mares el viejo marinero.
Lo
conozco por dentro y por fuera,
de
norte a sur, me lo sé de memoria,
sendero
por sendero, colina por colina,
bosque
por bosque, monte por monte,
como
una lección de geografía;
lo
conozco como el poema que más me gusta,
me lo
se de memoria.
Tu cuerpo, milagroso como las manos de
un cirujano.
Gian Franco Pagliaro (Italia)
Soy
mi cuerpo
Soy
mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está cansado. Me dispongo a dormir una
semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.
Jaime Sabines (México)
No basta un solo cuerpo
Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque abarquen sus venas el tamaño del mundo;
siempre un deseo se queda fuera,
otro solloza pero falta.
Lo sabe el mar en su lamento solitario
y la tierra que busca los restos de su estatua;
no basta un solo cuerpo para albergar sus noches,
quedan estrellas fuera de la sangre.
Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque el alma se aparte y ceda espacio
y el tiempo nos entregue la hora que retiene.
Dos manos no nos bastan para alcanzar la sombra;
dos ojos ven apenas pocas nubes
pero no saben dónde van, de dónde vienen,
qué país musical las une y las dispersa.
Ningún amor, ni el más huidizo, el más fugaz,
nace en un cuerpo que está solo;
ninguno cabe en el tamaño de su muerte.
Eugenio Montejo (Venezuela)
Recuerda, cuerpo
Cuerpo,
recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
Constantino
Cavafis (Grecia)
Cuerpo de mujer
…Tántalo en
fugitiva fuente de oro
Quevedo
Quevedo
Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Blas
de Otero (España)
Pluma abierta
Un cuerpo está
esperando
Detrás
de la cortina un cuerpo espera.
Nada
es verdad si no su encarnizada
inminencia,
esa insaciable culpa
que
a mí mismo me absuelvo
aborreciéndome.
Nada es verdad:
un
cuerpo está esperando
tras
el sordo estertor de la cortina.
En
la oquedad propicia del instante
que
mientras más deseo más maldigo,
quiero
amar ese cuerpo, que él perviva
hasta
que su orfandad se haya cumplido.
Paredes
jadeantes, sucio el suelo
de
mercenaria obstinación, allí
nos
conducimos mutuamente
al
voraz simulacro de la vida.
(La
amarra del amor nos hace libres.)
Sólo
yo estoy suspenso del engaño:
reptante
fiebre muda,
mi
memoria confunde sus fronteras
entre
las turbias órdenes del tiempo.
De
todo cuanto amé, nada logró
sobrevivir
al cuerpo en que persisto.
(La
noche se agazapa entre las telas
que
un falaz movimiento hace carnales.)
Una
mentira sólo está esperando
detrás
de la cortina. Soy
otra
vez mi cómplice: consisto en mi deseo,
toco
a ciegas la luz, me reconozco
después
de extraviarme, despedazo
ese
fúnebre espejo al que el placer
se
asoma, expío
con
mi turno de amor mi propia vida.
De
un vértigo ritual pendiente el cuerpo,
ya
no es posible conjurar su lastre.
José
M. Caballero Bonald (España)
A Héctor Negri
El cuerpo se ama o se sufre.
Incluso cuando se habla con Dios
incluso cuando se convive con esa insegura
y al mismo tiempo devota, triste, melancólica
y hasta dolorosa conversación interna.
Se está infinitamente desolado
por debajo del niño y de la última esperanza.
Lidia
Vinciguerra (Argentina)
El cuerpo
Este segmento breve en el que anido,
guarida de cuna a cielo abierto,
conjuga su verbo y se despide en procesión de cicatrices.
No pregunta por mi
ni si deseo este éxodo de ser que se avecina.
Simplemente se yergue presuntuoso en la penumbra
como un brote de cinismo en la utopía de estar vivo.
Es difícil ser el otro en el espejo
el que nos ve partir,
el que se queda con un grito en la sangre
y una plegaria a puro desabrigo.
Pero la muerte es así. Monocorde y ambigua.
Exuberante.
Salta de hueso en hueso, se acobarda en la risa
y uno aprende de a poco a abrazar su fausto impreciso
la transparencia de su invierno
nuestro sino.
Uno aprende
y el cuerpo ciñe su cintura a este solsticio que tendrá por residencia.
Esta cifra incierta que me abarca cierne la memoria,
pliega sus alas.
Se perdona. Y celebra
mientras bebe su ración de esperanza.
Carina Paz (Argentina)
Juan
Hemos resuelto llamarlo Juan
para que la gente no se turbe
ni se asuste cuando hablamos de él
no es más que una prótesis
simulando ser el ojo derecho
fingiendo la presencia de la luz
todas las noches
antes de dormir
lo quito
para que los dos descansemos
a la mañana
tras el rito del desayuno
y la constancia de las gotas
pulso la ceja con el índice izquierdo
lo estiro hacia arriba
en un movimiento casi mecánico
y acomodo a Juan sin pensarlo
luego con el mismo dedo
desciendo el párpado inferior
y él
queda calzado definitivamente
en su actitud
de enfrentar al mundo
los otros
saben
Seguros
tranquilos
al hombre completo
y aquellos que me entienden
son mis cómplices.
desprendida del todo
láminas finísimas de mi cuerpo
se abrieron
como un abanico todas sujetas
desde la cúspide
giraban y giraban
formando una cúpula de media esfera
las partes desprendidas
la levedad
plateada melena coronaba su origen
un corazón en ofrenda
las manos abiertas
eran patenas
los dedos libros
moraba adentro y afuera
era santuario
orante y peregrina
era volver
presencia más allá de mí
despojada de todo desvarío
era mi cuerpo de variados colores
eran ventanas mis ojos
en todo el perímetro
un Sagrario
altar de jacintos
y era la Madre la llave
para habitarlo
Moni Indiveri de Vega (Argentina)
Disección
La primera incisión, sobre la frente,
paralela a la línea del Ecuador,
con cuidado de no lastimar el soñar del sueño.
La segunda, llevar el bisturí como pincel de ángel,
conducirlo de una a otra apófisis mastoidea
pasando por el portal de la boca –con precaución-
de no rozarle siquiera una vocal a la palabra.
La siguiente, sobre el arpa del torso
entre la quinta y la sexta intercostal,
por delante del timbal que cesó
guardando de no perturbar sus mareas de pasión.
La incisión contigua
trazarla con pudor de nave de seda
uniendo ambas espinas ilíacas antero-superiores,
evitando atormentar los recuerdos
en las terrazas de las carnes rojas del ardor.
A la altura del triángulo de Scarpa
detenerse y beber el vino
para celebrar la vida que hubo.
(Una sola copa, hay que continuar)
Ahora bien, dobre los muslos, nada:
no despertar las caricias que aún.
Más al sur
descender el acero por las laderas de las tibias
arribando a cada pie. No más.
Hasta el inicio de la sombra.
Y no tentarse con ella,
No malograrle la esperanza.
Marcos Silber (Argentina)
Extrañeza
Los cuerpos
han dejado de ser
árboles con neuronas
que deambulan al sol.
Hoy, justamente hoy
algo ha cambiado
y es distinta la dimensión
desde la que se observan
las señales.
Hoy cada uno
se parece a su origen
y al mismo tiempo
es extranjero
con ojos y con manos
que ya no caben
en el sitio dispuesto.
Hoy cada uno
se ha mudado a si mismo
aunque también un hilo de extrañeza
demora la llegada.
Muy buenos poemas, Gaby.
ResponderEliminarLeer la revista es nutrirse de belleza.
Abrazos