jueves, 12 de diciembre de 2013

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 19

Editorial

Cuantas son las cosas que hacemos con las manos.
Algunas absolutamente natas y otras que se aprenden, como el escribir.
Las manos nos proveen el pan, pero más importante aún, nos permiten realizarnos plenamente como seres humanos. Y cuando digo pan, lo digo literalmente desde las manos del panadero pero también desde la dignidad del trabajo. La modernidad transforma muchas cosas con tecnología,  gracias a lo cual se van perdiendo mucho de los oficios que acompañaron al hombre a lo largo de su historia. Por suerte hay otras cosas, como el acariciar, que no podrán ser reemplazadas.
Así rescatan los poetas el arte de hacer con las manos.

  
                                                             Gabriela Delgado

LOS OFICIOS


Los clásicos


Salinero

Y ya estarán los esteros
rezumando azul de mar.
¡Dejadme ser, salineros, granito del salinar!

¡Qué bien, a la madrugada,
correr en las vagonetas
llenas de nieve salada,
hacia las blancas casetas!

¡Dejo de ser marinero,
madre, por ser salinero!
 

                         Rafael Alberti (España)



El cosechero

El viejo río que va
cruzando el atardecer
como un gran camalotal
lleva la balsa en su loco vaivén

Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón

La tierra del chaco quebrachera y montaraz
prenderá en mi sangre con un ronco sapucay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.

Algodón que se va, que se va, que se va
plata blanda mojada de luna y de sol
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.

De Corrientes vengo yo
barranquera ya se ve
y en la costa un acordeón
gimiendo va su lento chamamé.

Rumbo a la cosecha cosechero yo me iré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.

                                      Ramón Ayala (Argentina)





El Herrero  (Fragmento)

Con el brazo en la maza gigantesca, terrible
de embriaguez y grandeza, frente ancha, boca enorme
abierta, cual clarín de bronce por la risa,
con su hosca mirada, sujetando a ese gordo,
al pobre Luis, un día, le decía el Herrero
que el Pueblo estaba ahí, girando en rededor,
y arrastrando su ropa sucia por las paredes
doradas. Y el buen rey, de pie sobre su tripa,
palideció, cual reo que llevan a la horca;
mas, como can sumiso, el rey no protestaba,

pues el hampón de fragua, el de los anchos hombros,
contaba viejos hechos y cosas tan extrañas
que fruncía la frente, herida de dolor. …

                                            Arthur Rimbaud (Francia)



Sembrador

El sembrador sembró la aurora;
su brazo abarcaba el mar.
En su mirada las montañas
podían entrar.

La tierra pautada de surcos
oía los granos caer.
De aquel ritmo sencillo y profundo
melódicamente los árboles pusieron su danza a mecer.

Sembrador silencioso:
el sol ha crecido por tus mágicas manos.
El campo ha escogido otro tono
y el cielo ha volado más alto.

Sembraba la tierra.
Su paso era bello: ni corto ni largo.
En sus ojos cabían los montes
y todo el paisaje en sus brazos.

                                Carlos Pellicer  (México)


Zamba de Juan Panadero 

Qué lindo que yo me acuerde
de don Juan Riera cantando
que así le gustaba al hombre
lo nombren de vez en cuando.

Panadero don Juan Riera
con el lucero amasaba
y daba esa flor del trigo
como quien entrega el alma.

Cómo le iban a robar
ni queriendo a don Juan Riera
si a los pobres les dejaba
de noche la puerta abierta.

A veces hacía jugando
un pan de palomas blancas
y harina su corazón
al cielo se le volaba.

Por la amistad en el vino,
sin voz, querendón cantaba,
y a su canción como al pan
la iban salando sus lágrimas.

                                    Manuel J. Castilla (Argentina)



La costurera

Vida y lino lo mismo ata la hebra.
Une noche y aurora el pedal, de tope a tope.
Miseria, son las ocho, grita el reloj a los pobres de la tierra.
Una mujer en el silencio cose, cose, cose,
cumple mil años al volver la rueda.

     Por el telégrafo del carrete
los telegramas del cansancio se detienen.
Mujer obrera, hecha de carne y llanto,
hecha de hambre, luz y manos
y de sudor, rocío del hierro.

     Corre el trabajo, ferrocarril sin panorama;
hay hambre en el vientre y hay hambre en los ojos;
por el sudor el cuerpo llora en el silencio.

     Kilómetros, en bloques y paquetes van las horas,
trenes monótonos y ciegos;
va el pedal al galope;
describe tu existencia la polea de cuero;
la traza el brillo de la vida en la rueda que gira...

     La máquina de coser es un vampiro
y de tu corazón toma su fuerza.

     Monotonía, monotonía, chirría la polea,
oyendo coser el ruido ya es recuerdo.

     Tú tienes el cansancio, tienes la miseria,
el dolor cada día renovado,
el dolor antiguo que es un morado en tu vida.

     Mujer obrera, la que aplancha,
la que remienda, la que cose; tres mujeres
y una sola. Remienda, cose, aplancha y canta,
canta la canción:

     Mañana nueva del planeta;
la insurrección ya incendia el cielo;
hay una nueva estación...

     Cinco son las estaciones de la tierra:
Verano, invierno, otoño, primavera, revolución.

                                           Luis Vidales (Colombia)



Telar del sol

Urdimbre de los siglos,
unas terrosas manos tejen
hilo por hilo
la vida permanente,
las guardas, los colores
de totales crepúsculos
y el milagro rocío
del día adolescente.

Hace quinientos años
el asombro fue mutuo:
¡Dí con el paraíso!,
escribió el Almirante
en su nao de niebla.
No supo, ni en la muerte,
que chocó con Andinia.

El oro encegueció
la búsqueda de Especias
y comenzó la muerte
su lóbrega tarea,
la conquista, el incendio
de las depredaciones,
pero el telar urdía
la vida que no cesa.

De Las Casas clamó
junto al padre Victoria.
Umbrosos capitanes
clavaron la Encomienda.
Desde la España clara
llegó la España negra.
El telar, tinto en sangre,
siguió con su tarea.

                           Armando Tejada Gómez (Argentina)



Pluma abierta


A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós.
Entonces ocurre la ceremonia de la Iniciación: el alfarero viejo ofrece al
alfarero joven su pieza mejor.
Así manda la tradición entre los indios del Noroeste de América: el artista
que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y
admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos y
los recoge, incorporándolos a su propia arcilla.

                                                Eduardo Galeano (Uruguay)



Peluquero

Sólo ante un dios inclina uno la cabeza
y cierra confiado los ojos.
Sólo ante un dios entrega uno sus pensamientos
indefenso y sin miedo.
El poema es el oficio de las manos de un hombre
Un dios sostiene firme el pulso del peluquero.

                      Robinson Quintero Ossa (Colombia)



 Los mineros invisibles

Sólo la muerte los rescata
Saben que en el olvido
crece el socavón más peligroso

“Yo te lo dije Juan
es bueno tener miedo”

Quemados
Asfixiados
Sepultados bajo toneladas de negrura
los mineros de Río Turbio
vuelven a la superficie

“Mirá por donde vas
movete con cuidado”

Con las manos curtidas
y las caras tiznadas
emergen de la tierra
cargando con sus penas
sus terrores

“Yo te lo dije Negro
no confiés en tu suerte
cavar tan cerca del infierno
debe tener su precio”

Ante ese desfile de espectros con linterna
las viudas no lloran
los niños no esperan
Ante su paso firme y sus canciones
El empresario ruin
El político infame
El dirigente cómplice
Como brasitas que arden
se pierden por el aire.

                                  Reynaldo Sietecase (Argentina)



El Jardinero

Lejos quedó el paisaje verde
    de jazmines salpicando el aire.
Ya no canta el arroyo
    ni las ranas se escurren
        por las piedras.

El jardinero olvida
    abonar a la tierra con su canto.

Sedientas las raíces 
    arrastrándose al sol
        buscan cercar el tiempo.

No hay murmullos
    en la tarde que asiste
        a postergar el viaje.
Toda la primavera se diluye
    en surcos que crepitan.

Aquel jardinero que sembraba
    se ha quedado a la sombra
            de mi ombú
    contando margaritas
                            en sus dedos.


                   Silsh (Silvia Spinazzola) (Argentina)



Romance del molinero

En el molino de San Antonio,
leche de luna mueve la piedra,
y el molinero ciego en la harina
toca las carnes de las tinieblas.

El agua canta canto del cielo
su desvelada sangre de estrellas,
y desde el trigo vuelve la nieve
por el caliente de la molienda.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

Viene la noche del molinero
sueños de harina que en su alma nieva,
y una bayita que huele a jume
y a trigo verde por las caderas.

Si el molinero duerme en los grillos
muere en el llanto de las estrellas,
y hacen harina la luz del cielo
para el silencio de la violeta.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán,
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

Molinero, molinero,
los sueños te llevarán,
hacia el corazón del trigo
por el aroma del pan.

                              Jaime Dávalos (Argentina)



El barbero de Saavedra


Ernesto tiene nombre de guapo
como «El pibe», el del violín
o aquel médico del libro y el fusil.
Y tiene de apellido Garabato,
nombre para tener en cuenta,
cuando por oficio
maneja la navaja.
Protector de su cuadra
no le toquen al árbol la vereda
ni a los vecinos,
ni al retrato de El Polaco
al que con la esgrima de la birome
versificó en un tango.

                      Hugo Salerno (Argentina)




 (La otra panadería)

Dejaste que el patrón bajara la persiana
como en día feriado
y fuiste por tu changa a otra panadería.

Ya no amarán tus grandes manos
la harina del pan de los mortales;
desde hoy es distinto:
con tu mandil de bolsa blanca
y tu vino escondido entre las nubes
amasarás el pan para los ángeles.

                          Rubén Derlis (Argentina)




jueves, 7 de noviembre de 2013

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 18



Editorial

Hoy es viernes, puerta al fin de semana. Casi podríamos llamarlo viersábado.
¿Cuánto modifica el almanaque nuestro estado de ánimo? Cuantos de nosotros perdemos la alegría cuando se viene acabando el domingo.
Hay días cábala, otros que veneramos especialmente porque son huella en nuestra  historia. Sobre cada día construimos rituales.
Cada día, empezando desde mañana, es un signo de pregunta, una promesa, una esperanza.                                                      
Todos tenemos algo para decir, algo para recordar.
La poesía, piel del alma, toma la vida, los días, para hacer magia, para conjurar pasado, presente y futuro y celebrar el hechizo de saber que la vida sigue, para sostener que hay un paso más y es nuestra tarea darlo para honrar lo humanos que somos.

                                                             Gabriela Delgado


LOS DÍAS




Los clásicos


Pasa el lunes

Pasa el lunes y pasa el martes
y pasa el miércoles y el jueves y el viernes
y el sábado y el domingo,
y otra vez el lunes y el martes
y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere
dormir,
la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón
aturdido,
la vida pasando como estas palabras:
lunes, martes, miércoles,
enero, febrero, diciembre, otro año, otra vida.
La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la
conciencia,
entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio.

Encontrarse, de pronto, con las manos vacías,
con el corazón vacío,
con la memoria como una ventana hacia la obscuridad,
y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en dónde estuve?
Sombra perdida entre las sombras,
¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?

Nadie puede vivir de cara a la verdad
sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos.
Porque la verdad es que somos débiles y miserables
y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y afirmar.
No podemos vivir a la intemperie
en el solo minuto que nos es dado.

¡Qué hermosa palabra "Dios", larga
y útil al miedo, salvadora!
Aprendamos a cerrar los labios del corazón
cuando quiera decirla,
y enseñémosle a vivir en su sangre,
a revolcarse en su sangre limitada.

No hay más que esta ternura que siento hacia ti,
engañado,
porque algún día vas a abrir los ojos
y mirarás tus ojos cerrados para siempre.
No hay más que esta ternura de mí mismo
que estoy abierto como un árbol, recorriéndolo todo.

He aquí la verdad: hacer las máscaras,
recitar las voces, elaborar los sueños.
Ponerse el rostro del enamorado,
la cara del que sufre,
la faz del que sonríe,
el lunes, y el martes, y el mes de marzo
y el año de la solidaridad humana,
y comer a las horas lo mejor que se pueda,
y dormir y ayuntar,
y seguirse entrenando ocultamente para el evento final
del que no habrá testigos.

                                                                  Jaime Sabines (México)




Lunes

Pero después de todo, no sabemos
si las cosas no son mejor así,
escasas a propósito… Quizá,
quizá tienen razón los días laborables.
Tú y yo en este lugar, en esta zona
de luz apenas, entre la oficina
y la noche que viene, no sabemos.
O quizá, simplemente, estamos fatigados.

                              Jaime Gil de Biedma (España)




Testamento de miércoles

Aclaro que éste no es un testamento
de esos que se usan como colofón de vida
es un testamento mucho más sencillo
tan solo para el fin de la jornada

o sea que lego para mañana jueves
las preocupaciones que me legara el martes
levemente alteradas por dos digestiones
las usuales noticias del cono sur
y la nube de mosquitos casi vampiros

lego mis catorce estornudos del mediodía
una carta a mi mujer en la que falta la posdata
el final de una novela que a duras penas leo
las siete sonrisas de cinco muchachas
ya que hubo una que me brindó tres
y el ceño fruncido de un señor
que no conozco ni aspiro a conocer

lego un colorido ajedrez moscovita
una computadora japonesa sin pilas
y la buena radio en que está sonando
el español grisáceo de la bibicí
ah la olivetti y el cepillo de dientes
no los lego prosaica
lego tropos y metáforas de uso privado
que modestamente acuñe en la tarde
por ejemplo el astillero en que reparo mis sueños
el pájaro aleatorio que surge del crepúsculo
la cortina de lluvia que miro y no descorro
lego un remordimiento porque es aleccionante
y un poco de tristeza por que es inevitable
también mi soledad con la ilusión
de que el jueves resuelva no admitirla
y me sancione con presencias varias

lego los crujidos de mis viejas bisagras
también una tajada de mi sombra
no toda por que un hombre sin su sombra
no merece el respeto de la gente

lego el pescuezo recién lavado
como para un jueves de guillotina
una maceta con hierbabuena
y otra con un bionato que me hastía
ya que esta cargante convolvulácea
me está invadiendo el cuarto con sus hojas

lego los suburbios de una idea
un tríptico de espejos que me agrade
el mar allá al alcance de la mano
mis cóleras por orden alfabético
y un breve y curioso estado de ánimo
que todavía no se si es inocencia
o estupidez malsana
o alegría

sólo ahora lo advierto
en paredes y anaqueles y venas
en glándulas y techos y optimismos
me quedan tantas cosas por legar
que mejor las incluyo
en otro testamento
digamos el del viernes

                                     Mario Benedetti (Uruguay)




Sábado
 Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.

                                             Alfonsina Storni (Argentina)



Sábado

Más de una hora inquieto,
tratando de encontrarla por las calles, apostado
en sitios estratégicos
—esquinas
en teoría casi inevitables, húmedos
bares de tres al cuarto, paradas
de autobuses… qué se yo—
y ahora,
ahora estaba ahí,
tranquila,
tan campante, guapísi
ma, del otro
lado del cristal.
La había visto
de lejos
—de muy lejos
diría,
para estos ojos miopes con que ando—
Ahí está
ahí está, pensé,
y se agitó mi espíritu lo mismo
que se agitan las aguas tristes de los lagos
con la brisa de otoño.
Era el momento,
e
sa ocasión que ni pintiparada, única: bastaría
con empujar la puerta,
mentir
un simple encuentro fortuito,
entrarle al quite, buenos
días caramba, vaya una
feliz casualidad, y todo hecho,
todo;
y luego, ya se sabe, cada uno
debe tener su arte de enrollarse, su ars
amandi, como ya dijo Ovidio.
Era el momento
sí.
Pero pasé de largo
igual que un apestado, como un perro
con pulgas
y el rabo bien metido entre las patas,
jadeando,
sin osar tan siquiera echarle una mirada de reojo:
apijotado, vamos.
Pasé de largo
como las aves pasan en los cielos
y el sol sobre los días
y las flores
que quieren reposar en sus cabellos
y morirse en sus manos,
y no saben. 

                              Víctor Botas (España)



Domingo triste

Las campanas, el sol, el cielo claro
me llenan de tristeza, y en los ojos
llevo un dolor que el verso compasivo mira,
un rebelde dolor que el verso rompe
¡y es, oh mar, la gaviota pasajera
que rumbo a Cuba va sobre tus olas!

Vino a verme un amigo, y a mí mismo
me preguntó por mí; ya en mí no queda
más que un reflejo mío, como guarda
la sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
gira, a la voluntad del viento huraño,
vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
como paisajes de otro mundo, el bravo
codear, el mugir, el teatro ardiente
de la vida en mi torno: ni un gusano
es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
las ruedas de los carros; mis pedazos
palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
cuando el barco fatal levó las anclas
que me arrancaron de la tierra mía!

                                                 José Martí (Cuba)



A mi corazón el domingo

Gracias te doy, corazón mío,
por no quejarte, por ir y venir
sin premios, sin halagos,
por diligencia innata.

Tienes setenta merecimientos por minuto.
Cada una de tus sístoles
es como empujar una barca
hacia alta mar
en un viaje alrededor del mundo.

Gracias te doy, corazón mío,
porque una y otra vez
me extraes del todo,
y sigo separada hasta en el sueño.

Cuidas de que no me sueñe al vuelo,
y hasta el extremo de un vuelo
para el que no se necesitan alas.

Gracias te doy, corazón mío,
por haberme despertado de nuevo,
y aunque es domingo,
día de descanso,
bajo mis costillas
continúa el movimiento de un día laboral.
                                       Wislawa Szymborska (Polonia) 



Pluma abierta


Amo los martes

Amo los martes,
más que el domingo,
más que los jueves.
Mas que los días aquellos en que tomo café.
Amo los martes.
Que siempre caen mañana.
Que nunca llegan tarde
y que de tarde en tarde me hacen suspirar.
Amo los martes y busco a mi amada,
y tal vez mañana,
… martes,
la llegue a encontrar…!


                              Armando Cano (México)



Poema para el miércoles escrito un jueves

 

Perdona el retraso.
Podría decir que fue el cansancio,
el tráfico implacable de esta ciudad herida,
la prisa sin alma,
trenes descarrilándose,
tuberías que estallan empapando la cocina.
Podría decir,
que me raptaron los espectros,
que tuve una reunión repleta de cifras y calendarios,
que la fiebre me atrapó rehén de las almohadas,
que todo fueron maldiciones y suspiros.
Perdona mi ausencia,
pero lo cierto,
siendo miércoles y casi primavera,
es que me quedé siguiendo el vuelo de una libélula entre los juncos,
brindando con viejos amigos
con los que recordé qué era vivir,
que durante un instante amaneció en el sofá del salón,
-ya eran las siete de la tarde-
y la espuma de otras playas llegó hasta la alfombra
y, como te dolía la cabeza,
te busqué un ibuprofeno,
y las alas de un colibrí para tu espalda,
mis manos abrazando tu raíz
y tú descalza llorando jazmines y escarcha.
Perdona que faltara a la cita,
pero tuve que abrir
todos los tarros de cristal
para liberar a las luciérnagas,
tuve también que abrirte la puerta,
porque bajabas por la escalera
cargada de maletas y soledades
Discúlpame,
pero lo cierto,
es que estuve cantando,
grabando una nueva melodía
en el leve surco de nuestras vidas,
que giraban lentas
como el disco en el que suenan
los árboles combados por el viento,
la vieja cafetera y los arroyos.
Perdóname,
podría decir:
“este invierno viste mi sombra
y apenas tengo tiempo para despedirme”.
Pero lo cierto
es que este día
largo e intenso,
trabajé,
reí con amigos,
amé
con toda la fuerza
de mi naturaleza apasionada,
y aunque te eché de menos
y el frío de Madrid me trajo tu nombre
supe que mañana estarías a mi lado
y que entonces,
repleto de luz y de razones,

sabrías perdonarme.

 

                                            Ismael Serrano (España)




Este Jueves

Este jueves depende de tu boca.
Debes cuidarlo igual que un parque a un niño,
como cuida el otoño cada hoja
y le procura el aire necesario
para que se reúna con las otras.

Mira este jueves. No lo sabe. Míralo
acercarse a nosotros entre sombras.
y ocupar la ciudad como un ejército
que no pensara nunca en su derrota.
Será jueves en todo. Está de paso
pero quiere vivir de luces propias.
Entrará en la oficina de mañana,
a mediodía contará sus horas
y se quedará al norte de las cartas
que desde que se escriben son remotas.
Mira cómo se acerca hasta nosotros:
viste de azul y herencias sigilosas,
establece su número y su luna
¡el tiempo siendo jueves en las cosas!

Cuídalo tú que puedes, no le dejes
que tal día haga un año en la memoria.
Mira cómo se acerca a la ventana
sin saber que depende de tu boca.

Para pasar un día con nosotros
ha salido este jueves de sus sombras.

                                               Manuel Alcántara (España)



Completamente viernes


Por detergentes y lavavajillas,
por libros ordenados y escobas en el suelo,
por los cristales limpios, por la mesa
sin papeles, libretas ni bolígrafos,
por los sillones sin periódicos,
quien se acerque a mi casa
puede encontrar un día
completamente viernes.

Como yo me lo encuentro
cuando salgo a la calle
y está la catedral
tomada por el mundo de los vivos
y en el supermercado
junio se hace botella de ginebra,
embutidos y postre,
abanico de luz en el quiosco
de la floristería,
ciudad que se desnuda completamente viernes.

Así mi cuerpo
que se hace memoria de tu cuerpo
y te presiente
en la inquietud de todo lo que toca,
en el mando a distancia de la música,
en el papel de la revista,
en el hielo deshecho
igual que se deshace una mañana
completamente viernes.

Cuando se abre la puerta de la calle,
la nevera adivina lo que supo mi cuerpo
y sugiere otros títulos para este poema:
completamente tú,
mañana de regreso, el buen amor,
la buena compañía.

                                      Luis García Montero (España)



A la merced del sábado

A la merced del sábado
Pegado a la merced del sábado
Sin angustias u otras consecuencias
Abierto a la hora inútil
Me apiado del sábado y su contigua
Conflagración dominical.
Muy resignado:
El anillo matrimonial y la decencia de orinar en casa propia.
La posibilidad de discernir
Y creer que todo va a ser definitivamente mejor.
Sólo la memoria es sobrehumana o real
Las uñas infamantes
A pesar de que, en ese día, estrictamente,
Se pueda –según norma- recomponer la salud
Y olvidar el trabajo abandonado:
Desestimar las armas las medallas
La idea de la soledad como un revólver
El horror de la cuchara ardiente
O a la acción justiciera del jefe en su mínima actitud.
Sábado de cataclismo demorado.
Establo donde la provisión se conforma y fondea,
En el corazón,
Como la bomba pura.

                                                 Vicente Verdú (España) 



En la Doliente Soledad del Domingo 


Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sabanas solitarias
de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos,
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia m mismo centro
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente
sobre mi cara
y solo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza. 
                                   Gioconda Belli (Nicaragua)



menos el jueves

arenas gruesas
horadando a la triste

trabajo de venas
sin aplauso ni feria

se vuelve mansa la piel,
floja, te digo
cubre a la salvaje,
la cubre
menos el jueves

el jueves salta la loba
sobre su presa

se apropia

en un antiguo ritual,
verosímil
solo el silencio
que unos ojos que ven…

                                       Alicia Pastore (Argentina)