jueves, 10 de octubre de 2013

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 17


Editorial

                                                             
¿Quién decide que cosas retiene la memoria? ¿Qué recuerdos nos esconde?
La arena del tiempo se derrama en vacíos que no podemos completar. Una gran región se funda al otro lado del espejo, allí van los evocaciones que se nos escapan y que no podemos recuperar. Poco a poco la niebla gotea ausencias y tantas pequeñas desmemorias no son precisamente un privilegio. Empezamos perdiendo las llaves, luego rostros, deseos, pasiones, sueños. Y nos va quedando entre las manos la resaca de la vida.
Llega el momento en que sin darnos cuenta cruzamos la frontera, nos enredamos en pasados que dejaron de pertenecernos para finalmente callar nuestra lengua y dejar de preguntar quienes somos.
La poesía puede ser el gran rescate.

                                                             Gabriela Delgado


EL OLVIDO



Los clásicos


Donde habite el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
                                                           Luis Cernuda (España)


 Es olvido
Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas.
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida.
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.
                                       Nicanor Parra  (Chile)




Dormirse en el olvido del recuerdo…

¡Dormirse en el olvido del recuerdo,
en el recuerdo del olvido,
y que en el claustro maternal me pierdo
y que en él desnazco perdido!

¡Tú, mi bendito porvenir pasado,
mañana eterno en el ayer;
tú, todo lo que fue ya eternizado,
mi madre, mi hija, mi mujer!
                                                              Miguel de Unamuno (España)



No comiste del loto del olvido
VI

No comiste del loto del olvido
-el homérico privilegio de los dioses-,
porque sabías ya que quien olvida se convierte en objeto
inanimado
-nada más que en resaca o en resto a la deriva-
al antojo del caprichoso mar de otras memorias.
Y así escarbaste un día en tu depósito de sombras
y volviste a anudar con tiernos ligamentos huesecitos dispersos,
tejidos enamorados del sabor de la lluvia,
vísceras dulces como colmenas sobrenaturales para la abeja reina,
dientes que fueron lobos en las estepas de la luna,
garras que fueron tigres en la profunda selva embalsamada.
Y lo envolviste todo en ese saco de carbón constelado
que arrojaste hacia aquí, como hacia un tren en marcha,
y que en algún lugar dejó un agujero por el que te aspiran
y al que debes volver.

                                                  Olga Orozco (Argentina)


Más allá del olvido

alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor

                                      Alejandra Pizarnik (Argentina)


Tu recuerdo

Siento que se despega tu recuerdo
De mi mente, como una vieja estampa;
Tu figura no tiene ya cabeza
Y un brazo está deshecho, como en esas
Calcomanías desoladas
Que ponen los muchachos en la escuela
Y son después, en el libro olvidado,
Una mancha dispersa.
Cuando estrecho tu cuerpo
Tengo la blanda sensación de que
Estás hecho de estopa.
Me hablas, y tu voz viene de tan lejos
Que apenas puedo oírte.
Además, ya no te creo.
Yo mismo, ya curado
De la pasión antigua,
Me pregunto cómo fue que pude
Amarte,
Tan inútil, tan vana,
Tan floja que antes del año
De tenerte en mis brazos
Ya te estás deshaciendo
Como un jirón de humo;
Y ya te estás borrando
Como un dibujo antiguo,
Y ya te me despegas en la mente
Como una vieja estampa.

                                                          Nicolás Guillén (Cuba)


Pluma abierta


El olvido

La olvidé. Por completo. Para siempre
(o eso creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el de todas las mujeres.

                                     Luis Alberto de Cuenca (España)


 Escribo en el olvido...
Escribo en el olvido
en cada fuego de la noche
cada rostro de ti.
Hay una piedra entonces
donde te acuesto mía,
ninguno la conoce,
he fundado pueblos en tu dulzura,
he sufrido esas cosas,
eres fuera de mí,
me perteneces extranjera.

                                 Juan Gelman (Argentina)


Disfraz de olvido

Y si recorres la silueta
de almanaques
    verás
    que las distancias
    trazan sus paralelas.

No hemos de sostener
mentiras repetidas
    al final del camino
    sólo espera un instante.

Aunque arranquemos hojas
culpando a los otoños
    el temblor
    de esta esencia
    sucumbirá al encierro.

Nada podrá impedirle
    desvestir sus cenizas.

                                       Silsh (Silvia Spinazzola) (Argentina) 


La gente del sur no es feliz, madre.
¿Bailaban entre las rosas
y cántaros de aceite
mientras la llaga de una sonrisa
caía en los excrementos
o pensaban en las plumas de los cisnes
cuando es agosto
y frío y lluvia se deshacen contra los balcones de la noche?

Oh, es tan necesaria la muerte
aquí en el sur
para construir tumbas parejas y lavadas
donde los tristes hablen sus cosas
y sueñen con puentes de bruma
y hogueras, uno a uno los huesos amarillos
en procesión sobre un campo de flores
como yo los he visto, madre
y entonces no había estación
para llevarte entre guirnaldas
morena y frágil como una paloma de carbón
y proclamarte gloriosamente nuestra,
una estampilla de memoración
una salva de cañonazos al amanecer
una madre con el fusil atado a los muslos
y un bastón de roble sublevando los muertos.

Insistes en hablar
con la gente del sur.
Tienes la cara como una lágrima fría
Y los curvos picotean tus manos
Restos de banderas y tambores.
Oh, madre,
déjalos que duerman en el olvido.
                                             Edna Pozzi (Argentina)


Palabras de olvido
Con el lenguaje callado de la tarde
un haz de sombra
latiguea el gemido del verso
y va orillando la noche
contraseña de tristeza.

En la vereda de mi casa
con luces de neón
despoja su secreto
en desnudez la rosa
y delira a carne viva
el azote del frío
con aguijones
de olvido.

                                     Xenia Mora Rucabado (Argentina)


Conquista del olvido

Como ves,
........ el olvido no es sencillo.
Hay que andar,
........con cautela,
anillos de memoria enmarañada,
navegar espejismos de promesas
haciendo caso omiso a sus palabras,
amarrados a las arboladuras
de vergüenzas,
........engaños
........y distancias
y aprender,
........lentamente,
a conjugar los verbos en pretérito
aunque la sangre insurreccione pájaros
debajo de las pieles harapientas
cada vez que digamos:
........- yo lo amaba.
No es corriente
........ni simple
........conquistarlo.
Es un asedio largo y doloroso
junto a la soledad de sus murallas.
Porque erige sus puentes levadizos
y desnuda las lenguas crepitantes
donde hierve el recuerdo
la encendida insolencia de su entraña.
Y nunca pacta treguas.
Y a veces,
........tiene tiempo
de armar contraofensivas peligrosas.
Y siempre,
........en sus bastiones,
sopla un salvaje viento de nostalgias.
Es claro que uno puede ejercerlo de prisa,
con el filo
de alguna antigua furia subterránea
y antes que se atrinchere en sus almenas,
de un manotazo,
........sin pensar siquiera,
decapite los pétalos azules
........de su dalia obstinada
o mentirse su muerte
........cada día
mientras la ausencia resquebraja arcillas
en los párpados secos de las máscaras.

                                 Norma Segades (Argentina)



Supe quién era cuando el fuego consumió mis manos;
todo se convirtió en frenética llama.

Y había un viento de azuzar incendios,
similar –demasiado– a lo que somos y seremos.

Únicamente lo resisten las tapias del olvido. 

                                         Fernando Sánchez Zinny (Argentina)




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