sábado, 10 de mayo de 2014

REUNN DE VOCES®

Revista literaria virtual Nº 24


Editorial

Desde que el hombre tiene memoria, uno de sus grandes asombros ha sida la luna. Ese rostro de la noche que por momentos nos sonríe y por momentos nos da la espalda. Ese farol donde depositamos sueños, deseos, tristezas. Allí donde Antoine de Saint-Exupéry se guareció de la oscura la Patagonia argentina. Silenciosa y lenta, nos envuelve en su magia, nos canta su canción de nostalgias.

Esa luna espeja nuestro anhelo de volar todos los misterios y nos envuelve es su gélido fuego. Ese ser calendario que marca los ciclos de la tierra, el mar y la vida.

La misma que inspira canciones y ha dado lugar a tanta poesía.

Festejando los dos primeros años de esta revista, alunezco en bellas palabras vertidas por tantos poetas.


                                                             Gabriela Delgado


 LA LUNA


Los clásicos


Canto XIV: A la luna

Oh tú, graciosa luna, bien recuerdo
que sobre esta colina, ahora hace un año,
angustiado venía a contemplarte:
y tú te alzabas sobre aquel boscaje
como ahora, que todo lo iluminas.
Mas trémulo y nublado por el llanto
que asomaba a mis párpados, tu rostro
se ofrecía a mis ojos, pues doliente
era mi vida: y aún lo es, no cambia,
oh mi luna querida. Y aún me alegra
el recordar y el renovar el tiempo
de mi dolor. ¡Oh, qué dichoso es
en la edad juvenil, cuando aún tan larga
es la esperanza y breve la memoria,
el recordar las cosas ya pasadas,
aun tristes, y aunque duren las fatigas!

                                  Giacomo Leopardi (Italia)



La blanca soledad

Bajo la calma del sueño,
calma lunar, de luminosa seda,
la noche
como si fuera
el blando cuerpo del silencio,
dulcemente en la inmensidad se acuesta.
Y desata
su cabellera
en prodigioso follaje
de alamedas.

Nada vive sino el ojo
del reloj en la torre tétrica,
profundizando inútilmente el infinito
como un agujero abierto en la arena.
El infinito,
rodado por las ruedas
de los relojes,
como un carro que nunca llega.

La luna cava un blanco abismo
de quietud, en cuya cuenca
las cosas son cadáveres
y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
que está la muerte en la blancura aquella,
de lo bello que es el mundo
poseído por la antigüedad de la luna llena,
y el ansia tristísima de ser amado
en el corazón doloroso tiembla.

Hay una ciudad en el aire,
una ciudad casi invisible suspensa,
cuyos vagos perfiles
sobre la clara noche transparentan,
como las rayas de agua en un pliego,
su cristalización poliédrica.
Una ciudad tan lejana,
que angustia con su absurda presencia.

¿Es una ciudad o un buque
en el que fuésemos abandonando la tierra,
callados y felices
y con tal pureza,
que sólo nuestras almas
en la blancura plenilunar vivieran?

Y de pronto cruza un vago
estremecimiento por la luz serena.
Las líneas se desvanecen,
la inmensidad cámbiase en blanca piedra,
y sólo permanece en la noche aciaga
la certidumbre de tu ausencia.

Leopoldo Lugones (Argentina)


He venido por la senda

He venido por la senda
con un ramito de rosas
del campo.
Tras la montaña
nacía la luna roja;
la suave brisa del río
daba frescura a la sombra;
un sapo triste cantaba
en su flauta melodiosa;
sobre la colina había
una estrella melancólica…
he venido por la senda
con un ramito de rosas.

Juan Ramón Jiménez (España)



En el majestuoso conjunto de la creación,
nada hay que me conmueva tan hondamente,
que acaricie mi espíritu  y
dé vuelo desusado a mi fantasía  como la luz
apacible y desmayada de la luna.

Gustavo Adolfo Bécquer (España)




Hay paz para los sentidos,
Una paz soñadora en cada mano,
Y profundo silencio en la tierra fantasmal,
Profundo silencio donde las sombras cesan.

Sólo el grito que el eco hace chillido
De algún ave desconsolada y solitaria;
La codorniz que llama a su pareja;
La respuesta desde la colina en brumas.

Y súbitamente, la luna retira
Su hoz de los cielos centelleantes
Y vuela hacia sus cavernas sombrías
Cubierta en velo de gasa gualda.

Oscar Wilde (Irlanda)



A la luna: Preguntas

¿Adónde vas, cruzada por veloces
nubes, celada en vaporoso encaje
de nubes, resbalando entre un celaje
de nubes blancas, por las hondas hoces
de la distante noche? ¿Qué almos roces
de Dios ordenan tu impasible viaje
por el inmenso azul? ¿Tras qué ramaje
de estrellas bogas? ¿Qué silentes voces
altísimas escuchas? ¿Por qué tienes
el rostro virginal tan encendido,
tan dulce y triste, oh sí, tan dulce y triste?
¿Adónde vas? ¿De qué regiones vienes?
¿ Quién da a tu rostro ese celeste olvido?
¿Qué Dios sin fuego con su luz te viste?

Vicente Gaos (España)


La luna de Enero

El prado está sin verdura,
Y los jardines sin flores,
No cantan los ruiseñores
Amores en la espesura.

No se oye el dulce murmullo
Del viento, que ronco brama,
No brota en la seca rama
Tierno y pintado capullo.

No saltan serenas fuentes
Por entre sutiles bocas,
Que ruedan desde las rocas,
En vez de arroyos, torrentes.

La luz que los aires puebla
Pesada, amarilla y tarda,
Se pierde en la sombra parda
De la perezosa niebla.

Se viste el color del cielo
Color de los funerales,
Y son del alba cristales
Los carámbanos de hielo.

Brota a los rudos estragos
Con que el invierno la abruma,
La tierra nieblas y lagos,
El mar montañas de espuma.

Y hacinados de ancha hoguera
Los hombres en derredor,
Contemplan el resplandor
Que asalta la azul esfera.

Y baja amarillo el río,
Y entre sus ondas pesadas
Trae las ramas desgajadas
Al furor del cierzo impío.

Mas la noche silenciosa
Por el firmamento sube,
Sin que la manche una nube,
Engalanada y vistosa.

Que en vez de sombra importuna
Vienen siguiendo sus huellas
Mil ejércitos de estrellas,
Cortesanas de la luna.

Que la noche, en recompensa,
Callando los vendavales,
Enciende sus mil fanales
Sobre la atmósfera inmensa.

¡Qué bella es la luz de plata
Con que la noche se viste
Después del día más triste
De la estación más ingrata!

Se ven en la oscuridad,
Como soldados que velan,
Cuál con la lluvia riëlan
Las torres de la ciudad.

Se sienten rodar inquietas,
Lanzando un grito violento
Al brusco empuje del viento,
Sobre el punzón las veletas.

Y en las mansiones vecinas
Los vidrios de las ventanas
Remedan las luces vanas
Colgadas en las esquinas.

No hay sombra en que no veamos
Alguna fantasma oculta,
Que porque más la temamos,
La noche la sombra abulta.

Pues por completa ilusión
La noche miente tan bien,
Que las cosas que se ven
No son las cosas que son.

El aire cristales miente,
Plata los pliegues del río,
Lluvia de ámbar el rocío,
Nácar y perlas la fuente.

Y alza a lo lejos el monte,
Como filas de soldados,
Mil peñascos apiñados
Que guardan el horizonte.

¡Bello es entonces cantar
Con enamorado acento,
Versos que cruzan el viento
Para nacer y expirar!

Bello es en la sombra oscura
Ver una ondulante falda,
Y adivinar una espalda
Sobre una esbelta cintura.

Pensar un velo sutil
Ocultar un blanco cuello,
Y buscar detrás de aquello
Un elegante perfil.

Y alcanzar por entre el velo
Dos ojos o dos centellas,
Que iluminan como estrellas
El espacio de aquel cielo.

Hasta la misma amargura
Es tal vez menos amarga,
Que cuanto la noche alarga
Adquiero más hermosura;

Que en una noche tranquila
Parece el cielo, en verdad,
Ojo de la eternidad,
Y la luna su pupila.

Reina de los astros,¡Luna!,
Como tu luz no hay ninguna;
Si el alba tiene arrebol,
Si tiene rayos el sol,
Su luz de fuego importuna.

Cansa por cierto ese ardor
Con claridad tan extrema;
Bello es del alba el color,
Bello del sol el calor,
Pero tanta lumbre quema.

¡Oh, de la tuya templada
Es fantástico el imperio!
Tú con tu luz plateada
Das de la sombra a la nada
Los contornos del misterio.

¡Oh noches encantadoras,
Volved con tanta riqueza!
¡Hermosas son vuestras horas,
Que embellecen seductoras
Del ánima la tristeza y
Como aquéllas ¡no hay alguna;
Que en vez de sombra importuna
Traen por orgullo con ellas
Mil ejércitos de estrellas
Cortesanas de la luna.

José Zorrilla (España)


Pluma abierta


la luna no dijo nada
la estrella no dijo nada
el cuenco de la noche
calla en mis manos
amor ¿amor?
decía mirando esa agua muda

                      María Julia De Ruschi (Argentina)


Luna Esquiva

Esa luna oculta entre las nubes
fue la apertura
a nuevos derroteros
Esa nube cargada
con el peso del eclipse
migro
nos dejo cúmulos y lluvias
aguas de abundancia
que alejan la sequía
Anoche entre sombras
deje que la luna
Bañara mi rostro
el bochorno fue tras Ella
mientras la madrugada
acariciaba con los sueños 
todos mis pesares

                                             Héctor Kairuz (Colombia)



La luna nos buscó desde la alameda…

La luna nos buscó desde la almena,
cantó la acequia, palpitó el olvido.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.

Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.

Por las esquinas verdes del encuentro
las caricias, ansiosas, se perdían
como en una espesura, cuerpo adentro.

Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a una, se bebían.

Antonio Gala Velasco (España)



La luna
                                                 Caduto lo splendor che all’occidente
                                                             Inargentava della notte il velo
                                                                   Giacomo Leopardi, “Il tramonto della luna”.

Caído el sol detrás de las ventanas,
el niño de la calle sube la escalera de la torre
para ver de cerca a la luna, ese pecho blanco
que lo amamantaba en su lecho de pobre.
Habitante solitario de una ruina urbana
sus padres “de vacaciones” (él en la cárcel,
ella en el prostíbulo), quiere subir al último piso
y contemplar de frente la ciudad del ruido.
Pero al mirar la cara sangrienta de la luna
mirarlo desde un espejo en la penumbra,
en su blancura ve aparecer un cuerpo negro
más oscuro que la oscuridad: una tortuga marina.
Y luego otra, otra, hasta llegar a siete,
andando todas lentas por la playa,
como lágrimas en los ojos,
como haciendo nidos en la luna ignota.
Oh, Medusa del cielo,
oh, luna decapitada,
qué maravilla ver tortugas
en tu cara blanca.

Homero Aridjis (México)



La luna tropieza en la medianoche

está tan torpe hoy
que no muestra
su velo ni su anillo.
Sabe acaso
que ando poco por aquí
por el labio de las luces
su orilla en fuga
entre sueños sin nombre.
Sabe también
que cada tanto guardo mi estocada
los ojos del tigre
mi oleaje.
Ambos sabemos que esto
tal vez sea un hueco pasajero
y luego en la madrugada
llenaremos las copas
hasta ver juntos
algún milagro en pie.

Alfredo Palacio (Argentina)



La luna

Lo curioso es que se nos haya desprendido
que flote
que haya preferido ese abandono

A nosotros nos gusta porque está vacía y en silencio
porque podemos usarla para un montón de cosas y se mantiene imperturbable
porque es comodín de los paisajes y aparece en cualquier página montada sobre un río sobre un cerro detrás de los árboles o a través de una ventana

Pero los diarios informan a qué hora sale y a qué hora se pone y lo ignoramos para leer otras noticias

Lo curioso es que se haya ido de la tierra
y que se quede ahí
reafirmando que carece de conciencia
que no tome distancia de abusos y adjetivos
que se traslade
ajena y lenta
como si aquella voluntad propia de soltarse hubiera resultado suficiente para quedar a salvo de los enamorados
por ejemplo
de los poetas
por ejemplo
de los folcloristas de los brujos de Beethoven y de Amstrong
y de los meteorólogos
como para no morir de aburrimiento mientras decimos y decimos que brilla y es plateada en vez de concebir que le han prestado luz
para no sentirse hastiada harta empalagada saturada de que la gastemos con nuestra convicción de pertenencia
para que no la inquiete en absoluto nada de lo que decimos

Nos gusta porque cambia
porque llena finita o escondida permite fantasías múltiples como lobizones rituales profecías lluvias o embarazos
Incluso nacimientos
Hasta cálculos con las mareas
Porque hasta los sapos le cantan
(y quien no la incluya en un poema o estribillo no parece humano ni sensible)
Todo el mundo le canta
Todo el mundo le adiciona fases períodos metáforas ocasiones trances y poderes
Aseguran que influye que ilumina que seduce que cautiva que guarda los secretos
Es más
en algunas osadías literarias la hemos escuchado conversar o presentarse en un momento culminante

Hay quienes la ocupan figuradamente para estar distraídos (la de Valencia dicen)
Eso sí
en sentido literal fue visitada cuarenta años atrás
y resultó tan fría y desolada que no volvimos nunca

De modo que la dejamos así
que permanezca
colgada
pacífica
indiferente a las visitas
que la vuelvan un lugar común ya que no puede ser lugar para la vida
que la vuelvan tema de poesía ya que no sirve para más
ni para nada
que la designen elemento de consumo ya que hablar y mirarla es lindo y gratis por ahora
que siga asomada en todas partes porque total es inocua y adaptable
y que a los malhumorados los tilden de lunáticos y alguna otra paradoja


Pero lo curioso es ese tema de la fuga
esa decisión inteligente

esa libertad

eso
de ser un fragmento separado

algo diferente
lejano
invulnerable
desierto
sereno
puro

a resguardo del hombre

                                                  Laura Massolo (Argentina)


Luna llena

Sobre el rasguño del horizonte
aparece, enorme,
la granadina naranja.

Es hermana de las pulsaciones
que rumorea, polifónico, el planeta.
Es un boceto siempre inabarcable
en la ironía de la pertenencia

La luna llena se ha aparecido
otra vez
abotonando el cielo y el territorio
prestado a los hombres.

                                           Cecilia Glanzmann (Argentina)

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