sábado, 8 de septiembre de 2012






Editorial

¿Que es una casa?
Un lugar construido que alberga las actividades y relaciones del hombre desde su nacimiento hasta la muerte.
Fue concebida originalmente como cobijo temporal para estar a salvo de las inclemencias del tiempo.
La palabra casa cuenta con muchos sinónimos que la colocan mucho más allá de la simple definición de 4 paredes. Es hogar donde se aúnan y comparten sentimientos. Es familia, sangre, historia. Es habitar, ser, residir dentro y fuera de uno mismo. Es espejo, refugio, amparo, protección, abrigo, contención, perfume a hierbas. Es puerta abierta y ventana de soles y enredaderas.
Mi casa soy yo y mis cosas que van construyendo cada día sus rincones.
Mi casa es la poesía, lo que puedo sostener con la palabra.
Un barco con su tierra a cuestas que me lleva por las noches al confín del mundo.
Para cada uno de nosotros tiene un sentido único, un lenguaje propio.
Te invito a pasar y a recorrerla.


                                                           Gabriela Delgado





Los clásicos



La Casa




Ese que va por esa casa muerta

y que en la noche por la galería
recuerda aquella tarde en que llovía
mientras empuja la pesada puerta,
         
ese que ve por la ventana abierta
llegar en gris como hace mucho el día
y que no ve que su melancolía
hace la casa mucho más desierta,
         
ese que amanecido, con el vino,
se arrima alucinado al mandarino
y con su corazón lo va tanteando,
ese ya no es, aunque parezca cierto,
es un Manuel Castilla que se ha muerto
y en esa casa está resucitando.

 
                                       Manuel Castilla (Argentina)


Nacimiento de una casa

Una casa va naciendo
en duna californiana
y va saltando del médano
en gaviota atolondrada.

El nacimiento lo agitan
carreras y bufonadas,
chorros silbados de arena,
risas que suelta la grava,
y ya van las vigas-madres
subiendo apelicanadas.

Puerta y puertas van llegando
reñidas con las ventanas,
unas a guardarlo todo,
otras a darlo, fiadas.

Los umbrales y dinteles
se casan en cuerpos y almas,
y unas piernas de pilares
bajan a paso de danza...

Yo no sé si es que la hacen
o de sí misma se alza;
mas sé que su alumbramiento
la costa trae agitada
y van llegando mensajes
en flechas enarboladas...

El amor acudiría
si ya se funde la helada,
y por dar fe, luz y aire,
hasta tocarla se abajan,
aunque se vea tan solo
a medio alzar las espaldas...

Llegando están los trabajos
menudos, pardos y en banda,
cargando en gibados gnomos
teatinos, mimbres y lanas
que ojean buscando manos
todavía no arribadas...

Y baja en un sesgo el Ángel
Custodio de las moradas
volea la mano diestra,
jurándole su alianza
y se la entrega a la costa
en alta virgen dorada.

En torno al bendecidor
hierven cien cosas trocadas;
fiestas, bodas, nacimientos,
risas, bienaventuranzas,
y se echa una Muerte grande,
al umbral, atravesada...

                              Alfonsina Storni (Argentina)
        

La Casa De Vidrio


Puerta de cristal el día,

pared de cristal el aire,

techo de cristal el cielo…

¡Dios hizo mi casa grande!
Ventanas de maravilla

sobre escondidos lugares:

el sendero de las hadas

y el camino de los ángeles.
Cuelgan las enredaderas

sus cortinas de volantes;

la hierba fina es alfombra

de mariposas fugaces.
El agua clara del río

cuaja un puente de diamante;

hay libélulas de nácar

y pececillos de esmalte.
Risa y canto se persiguen

en giros de juego y baile.

¡Columpio del alborozo

entre los gajos fragantes!
Palabra limpia y sencilla

como la flor del lenguaje;

regazo de ternura

donde las lágrimas caen.
Trigo de la espiga nueva

para harinas celestiales;

amor que leche se vuelve

en el pecho de la madre.

¡Mi casa es casa bendita,

todo en ella vive y cabe,

y puedo mirar a Dios

a través de sus cristales!
                                              
    Claudia Lars (El Salvador)

          








                       

La casa
Esta casa no es la que era.
En esta casa había antes
lagartijas, jarras, erizos,
pintores, nubes, madreselvas,
olas plegadas, amapolas,
humo de hogueras...
                                        Esta casa
no es la que era. Fue una caja
de guitarra. Nunca se habló
de fibromas, de porvenires,
de pasados, de lejanías.
Nunca pulsó nadie el bordón
del grave acento: "nos queremos,
te quiero, me quieres, nos quieren..."
No podíamos ser solemnes,
pues qué hubieran pensado entonces
el gato, con su traje verde,
el galápago, el ratón blanco,
el girasol acromegálico...

Esta casa no es la que era.
Ha empezado a andar, paso a paso.
Va abandonándonos sin prisa.
Si hubiera ardido en pompa, todos
correríamos a salvarnos.
Pero así, nos da tiempo a todo:
a recoger cosas que ahora
advertimos que no existían;
a decirnos adiós, corteses;
a recorrer, indiferentes,
las paredes que tosen, donde
proyectó su sombra la adelfa,
sombra y ceniza de los días.
Esta casa estuvo primero
varada en una playa. Luego
puso proa a azules más hondos.
Cantaba la tripulación.
Nada podían contra ella
las horas y los vendavales.
Pero ahora se disuelve, como
un terrón de azúcar en agua.
Qué pensará el gato feudal
al saber que no tiene alma;
y los ajos, qué pensarán
el domingo los ajos, qué
pensarán el barril de orujo,
el tomillo, el cantueso, cuando
se miren al espejo y vean
su cara cubierta de arrugas.
Qué pensarán cuando se sepan
olvidados de quienes fueron
la prueba de su juventud,
el signo de su eternidad,
el pararrayos de la muerte.

Esta casa no es la que era.
Compasivamente, en la noche,
sigue acunándonos.
 
                              José Hierro (España) 



                     
La casa

La mesa, hijo, está tendida,
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.

Esta es la sal, éste el aceite
y al centro el Pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del Pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.

Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.

Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.

Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan “cara de Dios”
no llega a mesas de las casas;

y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocarás,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.

* En Chile, el pueblo llama
al pan “cara de Dios.”

            Gabriela Mistral (Chile) 








                                
   
Pluma abierta

                

Destino

Cada silla de mi casa espera,
una nube, un trueno, la lluvia.
Imagina barro en los adoquines,
algún mendigo durmiendo
en un umbral cualquiera bajo la cruz del sur.

Las sillas de mi casa
juegan a las cartas para pasar la tarde,
devanan lana para hacer el tejido
mientras se cuentan viejos secretos familiares.

Cada silla de mi casa
tiene deseos guardados:
encontrar la llave del tesoro,
la moneda en la fuente,
la sal de la vida.
Un eslabón que la enlace al destino.

                              Teresa Vaccaro (Argentina)

                                    
En las noches de verano
salíamos a la puerta de calle
para ver como soportaba
la gente, el calor de la civilización.

Aún creo desde la ignorancia
lo que pensaba por entonces:
el calor de la casa contamina
menos, duele menos
que permanecer a la intemperie.

                              Luis Raúl Calvo (Argentina)
                                          

Casa vacía

Espejos flotantes en la nada
cubren el rostro de la casa
habitaciones vacías de risas,
objetos silentes oran las cruces
de seres queridos con ojos sin tiempo.

Se escurre el frío de la ausencia:
libros dormidos esperando
difuminan resquicios escolares,
como el tablero de ajedrez
donde falta la reina con su rey
las torres están derruidas
y los peones se han rendido.

Turbulentas estelas de polvo
se desvanecen en los estantes,
esperando que vuelvan
los hijos con sus hijos
y los espejos con ellos
reflejen las risas.

                              Xenia Mora Rucabado
 (Argentina) 










                                      

Cada baldosa
una estrella
de azafrán dibujada
cada mota negra un guiño
al juego de la tarde
un ancho para ser corrido
un malvón algunas calas
y toda la esperanza


Llora mi niñez

desde aquella casa

           Mirta L. Urdiroz (Argentina)












La casa

Así estoy
juntando las semillas
una por una,
acumulando bruma y primavera.
Con el ocio oscuro de paciencias ocultas,
haciendo de mí un letargo de sombras
y después
indagando como puedo
las cosas que no puedo.

Uno por uno los ladrillos,
los espacios,
las dudas.
Voy acomodando
las caricias,
los adioses,
las ternuras.

Aquí Tejada Gómez…
una luna,
un misterio.
En este rincón un pino.
Castagnino en la sala
pegado a los helechos
y al sol de la mañana.

Por aquí un jazmín de octubre
verdeando el tiempo y el alba.
Cerca del tango un amigo,
el perfil de la muerte,
algún malvón o guitarra.

Es como un filo agudo
la sombra de este tiempo casi muerto,
casi eterno,
parecido a la lejanía de un saludo.

Así estoy
entre cuatro piedras indecisas
que mastican mi historia
como una levadura del olvido
o un otoño sin luz.

Ahora palpo melancolías de otra gente
en las paredes
que me persiguen insistentemente
por la casa
preguntando quien soy.

                                       Norberto Corti (Argentina)





3 comentarios:

  1. La casa es solo casa
    pero si hay amor es un hogar

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  2. ¡Que buenos los poemas de "la Casa " y como la ve o la palpita cada uno !

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  3. Excelente recopilación . Felicitaciones Gabriela.
    Hoy se me pasó el horario del programa, trataré de acompañarlos el próximo domingo.

    Un abrazo

    Lily Chavez

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