martes, 14 de agosto de 2012






Editorial

Si remontamos la historia, encontraremos las primeras poesías allá por el 2600 AC. La palabra poesía proviene del término latino poēsis, que a su vez deriva de un concepto griego. Se trata de la manifestación de la belleza o del sentimiento estético a través de la palabra. Podemos decir cosas maravillosas de ella, pero no hay forma de definirla. Si alguien pudiera, sería el dueño de su secreto, su exorcismo, su conjuro y su magia. No podemos poseer su intimidad y su revolución. De todas formas quiero compartir con ustedes dos aproximaciones magnificas como apertura de este número de Reunión de Voces.
La primera de Ortega y Gasset: “Poesía es eludir el nombre cotidiano de las cosas”.
La segunda de Federico García Lorca: "Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio".
 Y allí vamos en busca del hechizo que nos regalan tantos poetas en su eterna búsqueda de lo imposible.


                                                             Gabriela Delgado







Los clásicos



Arte Poética

Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Más no por eso tenemos fuerza;
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
¡Por qué cantáis la rosa, oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El poeta es un pequeño Dios.

                     Vicente Huidobro (Chile) 









¿ Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul:
¿qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

                                Gustavo Adolfo Bécquer (España)










Oda a la Poesía

Cerca de cincuenta años
caminando
contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste
en mi sangre
como una enredadera.
Luego
te convertiste
en copa.

Hermoso
fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida
estatua de mi infancia.
Hablabas
ahora
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste
compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos
al combate, a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.

Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza
fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.

Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.

                                                    Pablo Neruda (Chile)











La poesía

¿Es arte del demonio o brujería
esto de escribir versos? -le decía,
no sé si a Calderón o a Garcilazo
un mozo más sin jugo que el bagazo.
Enséñame, maestro, a hacer siquiera
una oda chapucera.
-Es preciso no estar en sus cabales
para que un hombre aspire a ser poeta,
pero, en fin, es sencilla la receta.
Forme usted líneas de medidas iguales,
y luego coloca juntas
poniendo consonantes en la punta.
-¿Y en el medio? -¿En el medio? ¡Ese es el cuento!
Hay que poner talento.


                                           Ricardo Palma (Perú)















Procura de la poesía

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.

No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las  casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.

No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.

Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?

Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.
                                    
Carlos Drummond de Andrade (Brasil)
                                     Versión de Manuel Graña Etcheverry

















La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

                                            Gabriel Celaya (España)













Pluma abierta




El habitante

Muchas veces me ocurre.
Entro por un poema
lo recorro y releo, salgo de él
y en la mitad del viaje
he cambiado por algo que despertó sonidos
o recuerdos, paisajes, una ciudad absurda
que no conoceré,
un cielo tenso, la esquina imaginaria.
Miro, dudo ¿soy yo
o soy el personaje que atravesó el poema?
¿Qué cicatriz me deja
para empezar una escritura a ciegas
como un extraño visitante
que se dejó tentar por la lectura?
Algo encendió un destello,
vino con su relámpago de luz entre la sombra,
convocó en la mitad del recorrido
la palabra que estaba más adentro.

Le soy deudor.
Habitante fantasma del poema
trazo una escapatoria hacia otras voces.

                                         Rafael Vázquez (Argentina)













Otra vez la poesía

Otra vez la poesía
transfigura mi ser,
y mana, sangre mía,
perpetuo río
que refleja el espacio
desprendido de mi
y donde ya no puedo
seguir siendo.
Otra vez la poesía
me muestra lo que queda
de mí misma,
y me da lo más vivo de mi historia,
la invención de mi estar
en este mundo, en otro,
en todas sus celestes cavaduras,
aisladas en multitudes,
allí donde
la soledad extiende
su desierto brillante,
la existencia de un tiempo que va en busca
de mis perdidos días.

                              María Granata (Argentina)













El poeta

Estarán sobre su mesa
los papeles en desorden.
Su voz crecerá breve
y le acariciará los párpados.
El brillo de su traje
competirá con la exigua luz
que hay en la sala.
Aplaudirán.
Otros poetas atenderán
al estricto orden del programa.
Después, en la calle,
serafines, querubines, arcángeles
custodiarán su paso
haciendo una pausa en el supermercado
para comprar la oferta del día.
Llegará a su casa;
pensará en la fatiga
hasta alcanzar el primer piso
por escalera.
En su mesa habrá un poco de vino
y un lápiz preparado
para el sueño que justifique
el día siguiente.
Entonces las virtudes, los guardianes,
los mensajeros, tenderán su cama.
Él entrelazará los dedos y mirará el cielo raso,
cielo que no verá el semiólogo
ni el doctor en letras
ni tampoco el más conspicuo lector,
no oyente de poesía.

                              Julián Del Campo (Argentina)













Saldo final

Yo decía que no. Que no.
Que no sería posible porque
uno viene de otro lado
de una ladera oculta de la prosa
ahí, adonde Julio rayuelea
ahí,
en el insomnio adonde los inviernos sobreviven en bollos de papel
en una máquina de escribir vieja que siempre desespera,
en la tecla M que funciona a veces pero fue arreglada por mi padre y
el detalle provoca a escribir sin fundamentos.

Y de pronto surge este espacio de palabras palabritas y palabrotas,
con ese jaque anacrónico, heredado, postizo, incómodo.
Ese calor de pies, de andariegos, de hacer la calle porque sí
ó porque no. O porque se puede. O porque se siga pudiendo.
Para la Historia no existen tiempos ni manos ni brazos
y de pronto todos pensaron lo mismo y hubo.
Y la máquina sigue ahí, en su silencio cómplice
ahora, cuando yo quiero que explote y llueva prosa,
que sea fronda y avenida, que acantile, que bosquee, que sulfure y brame
que ruja que fluya que integre y denuncie.
Que diga cuándo, en qué momento asumo el desafío tardío.
Y es grave:
finalmente, luego de negarlo por años
creo que soy poeta
porque me duele el lugar
adonde llevo al Pueblo.

                              Diana Poblet (Argentina)











Que la poesía te toque

Que la poesía te toque
con su mano de luz
con su vuelo de gorrión
con su aire arriba de la cuerda.

Que la poesía te toque
con su ojo de nodriza
con su lengua de gato
con su ardor de lluvia nocturna.

Que la poesía te toque
en el rincón del desastre
en el nudo de tu corteza
en la brumosa pluma de tu seno.

Que la poesía te toque
y te hiera de muerte
y te convierta en tinta
                              sartén
o tormenta de espejos.

Que la poesía te toque
y sea definitivo
una cruz
un hogar de animales salvajes.

Que la poesía te toque
y revierta tu realidad
y pudra tus lágrimas
y después el feroz umbral
                              de tu pecho.

Que la poesía te toque
y la música para siempre
y los relámpagos por siempre
y el despertar siempre.

Que la poesía te toque
y tus pies sean
                              terremoto sobre el mundo.

Que la poesía.
Que la poesía te toque.

                              Carlos Carbone (Argentina)












                   
     










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