miércoles, 8 de agosto de 2012








Editorial

Estrenando una nueva etapa, hoy les hago llegar el primer número de la revista literaria virtual Reunión de Voces.
Una forma de sostener la palabra en el mismo plano del hacer.
Un modo de seguir acercándome a cada uno de ustedes. Una manera de seguir trabajando en pos de esto que amo tanto: LA POESÍA. Una firma que ratifica quien fui, quien soy y quien seguiré siendo en este mundo.
No levanto mi palabra contra nadie, sería deshonrarla, mas bien lo hago a favor de todos.
Cedo este espacio a los grandes de todos los tiempos para que nos tomen la mano, el alma, y una vez más nos pinten la realidad con la magia que solo ellos pueden hacer.

                                                             Gabriela Delgado








Soy

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

                                            Jorge Luis Borges (Argentina) 



Yo soy un hombre sincero…
Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
y hacia todas partes voy:
arte soy entre las artes,
en los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas:
y salir de los escombros,
volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez —en la reja,
a la entrada de la viña, —
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
que gocé cual nunca: —cuando
la sentencia de mi muerte
leyó el alcalde llorando.

Oigo un suspiro, a través
de las tierras y la mar,
y no es un suspiro, —es
que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
tome la joya mejor,
tomo a un amigo sincero
y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno,
y morir en su guarida
la víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
cede, lívido, al descanso,
sobre el silencio profundo
murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
de horror y júbilo yerta,
sobre la estrella apagada
que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y todo, como el diamante,
antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto.
y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador:
cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.                                   

                                         José Martí (Cuba)







Movimiento

Si tú eres la yegua de ámbar
              yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primer nevada
              yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
              yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
              yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
              yo soy el cuchillo de sol
Si tú eres el altar de piedra
              yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
              yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
              yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
              yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
              yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
              yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
              yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
              yo soy el camino de sangre.
                                                    Octavio Paz (México)  











No soy quien escucha...


No soy quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.

No soy quien se pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.

No soy quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.

No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.                 

                                                   Oliverio Girondo (Argentina)














Soy nadie. ¿Tú quién eres?
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
lo contarían, sabes.

Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.

                              Emily Dickinson (Estados Unidos)









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